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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
VI Semana del Tiempo Ordinario
Miércoles
Salmo 14, 2-5
“¿Quién puede habitar en tu monte santo, Seor?”. Este salmo se titula El
huésped de Dios . Es una síntesis de moral. ¿Quién es grato al Señor? En esta
bellísima composición encontramos el código moral del fiel que aspira a vivir en
intimidad con Dios en el santuario de Jerusalén. Sólo el hombre íntegro, justo y fiel
puede tener acceso a la corte del Dios de Israel.
Nada contaminado puede entrar en relación con Yahvé, que vive en una
atmsfera de santidad y pureza. Para acercarse a Él es preciso “santificarse” con
ritos especiales de purificación y, sobre todo, tener ciertas cualidades morales
excepcionales.
Para poder acercarse dignamente y ser huésped del santuario se debe llevar
una vida en conformidad con las prescripciones divinas, obrando con justicia y
rectitud, lo que implica sinceridad en las relaciones con el prójimo, ausencia de
engaño y abstención de todo lo que pueda causar daño o injuria al prójimo. Se
enumeran diez condiciones para la integridad de la vida moral en su manifestación
de palabra y obra.
Los compromisos enumerados por el salmista, que podrán constituir la base
de un examen de conciencia personal cuando nos preparemos para confesar
nuestras culpas a fin de ser admitidos a la comunión con el Señor en la celebración
litúrgica.
Los tres primeros compromisos son de índole general y expresan una opción
ética: seguir el camino de la integridad moral, de la práctica de la justicia y, por
último, de la sinceridad perfecta al hablar (Cfr. Sal 14,2).
Siguen tres deberes que podríamos definir de relación con el prójimo:
eliminar la calumnia de nuestra lengua, evitar toda acción que pueda causar daño a
nuestro hermano, no difamar a los que viven a nuestro lado cada día (Cfr. v. 3).
Viene luego la exigencia de una clara toma de posición en el ámbito social:
considerar despreciable al impío y honrar a los que temen al Señor.
Por último, se enumeran los últimos tres preceptos para examinar la
conciencia: ser fieles a la palabra dada, al juramento, incluso en el caso de que se
sigan consecuencias negativas para nosotros; no prestar dinero con usura, delito
que también en nuestros días es una infame realidad, capaz de estrangular la vida
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de muchas personas; y, por último, evitar cualquier tipo de corrupción en la vida
pública, otro compromiso que es preciso practicar con rigor también en nuestro
tiempo (cf. v. 5).
Seguir este camino de decisiones morales auténticas significa estar
preparados para el encuentro con el Señor. También Jesús, en el Sermón de la
montaña, propondrá su propia “liturgia de ingreso” esencial: “Si, pues, al presentar
tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo
contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu
hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda” (Mt 5,23-24).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)