XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Pautas para la homilias
“Amarás al projimo como a ti mismo”
1. Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a si mismo
a.- En la respuesta de Jesús, que hoy nos ofrece la liturgia, no hemos de buscar el
orden, en que se han de catalogar los 613 preceptos de la Ley, sino la intención de
descubrir las actitudes con que se han de observar. Jesús añade el segundo
mandamiento, que es semejante al primero: El primero no puede observarse
aisladamente, al ser inseparable del segundo: Nadie podrá amar correctamente a
Dios si no es incluyendo al prójimo.
Concluye afirmando que estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los
Profetas. Pensemos en un circuito de salvación como Buena Noticia: Sale de Dios y
a él tiende. Lo que nos hace ser-cristianos es la peculiar relación amorosa entre
Dios y nosotros, de nosotros entre unas personas con otras, que son amadas y
aman a Dios.
b.- En la vida práctica amar a Dios directamente -y a través de Jesús- resulta más
fácil que hacerlo a través del prójimo. El amor al prójimo engloba sus limitaciones y
desvaríos; requiere la fortaleza que nace de una percepción distinta, original (fe),
capaz de filtrar lo bueno que existe en cada persona concreta, dejando
aparentemente a un lado la bondad de Dios, que juntos deseamos alcanzar.
Me hago prójimo del otro acercándome, poniéndome a su servicio, (cual otro
samaritano) para ser mediador de los bienes salvíficos, que Dios quiere brindarle a
través de mí, y a mí a través de él: Pensemos en nuestro propio organismo
alimentando, sosteniendo al respirar, cargando con necesidades ajenas... Es el
amor servicial, eficaz, saturado de posibilidades y condicionamientos.
c.- Estamos ante el misterio de un Dios-Amor que se acerca a la humanidad, se
revela por Jesucristo y asume la naturaleza humana; nos ofrece un nuevo modelo
de amor desde su entrega viva y amorosa a los demás. Y Jesús nos dice que el
amor al prójimo es semejante al amor a Dios. Jesús predica y practica el modo de ir
a El como Padre, y nos revela un Dios nuevo y por ello mismo a un hombre nuevo,
renacido, santificado.
En la medida en que actuemos con estos criterios, nuestro hacer mirará al bien
compartido con dicha persona. En la comunicación profunda abrimos nuestro yo,
nos hacemos prójimos, aproximándonos tanto que somos capaces de recibir al otro
tal como es, respetando su peculiar identidad. Es un modo de continuar la obra de
Dios al participar de su naturaleza y relación filial.
d. - Evangelización: Acto de amor. Evangelizar es revelar la buena noticia del
hombre nuevo, en todos los órdenes y perspectivas: es humanizar. Amamos lo que
consideramos bueno. Si en nosotros podemos descubrir desde la fe todo lo bueno
que Dios ofrece natural y sobrenaturalmente, si somos capaces de hacerlo en otros
(porque también en ellos existe) hallaremos motivos suficientes para tender hacia
Dios mismo, como a nuestro propio fin, a través de los hermanos.
Tal itinerario supone un elocuente salto cualitativo en nuestras relaciones afectivas:
En tal amor, ágape o caridad, se comparten todos los dones personales; se abre la
puerta al prójimo para aceptar y ofrecer dones divinos similares a los nuestros. Es
la fuerza del amor entregado al otro y por el otro, más allá del cálculo,
razonamiento o medida egoísta. Quien intenta amar realmente a Dios ama al
prójimo, aunque quizás no fuera consciente de la identificación que se realiza entre
ambos, manteniéndose cada uno sí-mismo.
2. Aplicaciones prácticas: ¿Quién es mi prójimo?
Nos queda la tarea de reflexionar individualmente o en grupos para descubrir en
veracidad muchas consecuencias evangelizadoras:
a. - Concepto de prójimo:
.- ¿A quién elijo como prójimo? ¿Permito que otro me considere su prójimo?
.- ¿Me aproximo a N o M espontáneamente, abriendo puertas, quitando
obstáculos...
.- ¿Espero a que X ó Z se acerque, suplique, insista... y lo recibo con mis
filtros perceptivos: según sus rasgos de identidad, grupo, necesidades,
sintonías...?
b. - Acompañamientos evangelizadores:
.- Intentemos descubrir los filtros que existen en nuestra relación con los
diferentes:
por migración, religiosidad, cultura, grupo / clase social... u otras
elaboraciones sociales.
.- ¿Qué fundamento sustenta nuestra tarea “mediadora”, y cómo la
realizamos:
En el trabajo, matrimonio, educación, catequesis, vecindad, conflictos...?
Fray Manuel González de la Fuente
Valladolid
Con permiso de dominicos.org