XXX Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
EL MANDAMIENTO PRIMERO
La Palabra: “Amarás al Seor, tu Dios, con todo tu corazn, con toda tu alma y
con todo tu ser. Y amarás a tu prójimo como a ti mismo. Estos dos mandamientos
sostienen la Ley entera y a los profetas” (Mt 22, 34-40).
1. En el credo bíblico ya estaba claro cuál era el núcleo central de la Ley, la
vocacin de todo ser humano: “amar a Dios con todo tu corazn, con toda tu alma
y con todo tu ser”. Amar implica estar afectivamente relacionado con la persona
amada, pendiente de ella. Corazón significa el centro de la persona, de donde
brotan los sentimientos, se piensa y se programa. Alma significa vida, eso que
vamos gustando y entregando en cada instante. Ser quiere decir todo lo que somos
y tenemos, todos nuestros recursos. En la Biblia junto al amor a Dios se propone
también el amor al prójimo; pero los rabinos discutían cuál era el primero, y
entonces se lo preguntan a Jesús.
2. La novedad de la respuesta: el amor al prójimo y el amor a Dios van
inseparablemente unidos. No podía ser menos, pues por ahí nos orientan la
parábola del buen samaritano y sobre todo el criterio de juicio final: “lo que hicisteis
con los pobres y abandonados, a mí me lo hiciste”. Los primeros cristianos
percibieron bien esa novedad. En una de sus cartas, Juan interpela: “¿cmo dices
que amas a Dios si estás odiando al hermano?”
3. No faltan cristianos que entienden a su manera el amor al prójimo; no hay que
amarlo en sí mismo, sino que debemos amarlo por amor de Dios que nos preceptúa
ese amor al prójimo. Así podremos alcanzar la vida eterna como premio. Pero ese
procedimiento es una forma muy sutil de utilizar al prójimo, hacer de él un medio y
negarle su condición de fin. Hay que amar al prójimo en sí mismo, porque es
imagen de Dios, y sus derechos humanos tienen algo de divino.
Fray Jesús Espeja, OP
Con permiso de Palabranueva.net