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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XII Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 136
“Tu recuerdo, Señor, es mi alegría”.
Para hacer del salmo 136 una oración personal de cada uno de nosotros,
puede ayudarnos el reconstruir las circunstancias que dieron origen a este bello
poema. Israel se ha reunido para una liturgia penitencial; en esta celebración se
recuerda el tiempo del destierro babilónico y las humillaciones sufridas a las orillas
del Eufrates: Allí nuestros opresores, para divertirse, nos invitaban a cantar los
cantares de Sión. ¡Hubiera sido un sacrilegio y una traición divertir al pueblo
idólatra con los cantos sagrados! Sólo la añorada Jerusalén puede ser objeto del
amor y de los cantos del pueblo de Dios: Si me olvido de ti, Jerusalén, si no te
pongo en la cumbre de mis alegrías, que se me pegue la lengua al paladar.
Este poema nos trae así el recuerdo de Babilonia y de Jerusalén,
personificación y símbolo de los dos amores que están constantemente solicitando
nuestro corazón: Junto a los canales de Babilonia, nos invitaban a cantar: “Pongo a
Jerusalén en la cumbre de mis alegrías”. He aquí las dos ciudades, de las que ya
hablan el Apocalipsis y san Pablo: Babilonia, la gran meretriz; Jerusalén del cielo,
nuestra madre. Estos dos amores han construido dos ciudades, nos dirá san
Agustín, estos dos amores continúan su acción en cada una de las épocas y en cada
uno de nosotros y quieren captar sus adeptos; también hoy solicitan nuestra
respuesta.
Que el salmo 136 nos sirva, pues, para renovar nuestra renuncia bautismal a
Satanás, a sus obras y a sus seducciones, y para poner nuestro corazón en la
Jerusalén del cielo: No cantaremos nuestros cantares en tierra extranjera, sino que
haremos de Jerusalén la cumbre de nuestras alegrías.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)