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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XIII Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Salmo 49
¿Por qué recitas mis preceptos y tienes siempre en la boca mi alianza, tú que
detestas mi enseñanza y te echas a la espalda mis mandamientos? Como toda
religión, la religión de Israel, por bella que fuera en teoría, era vivida por hombres
pecadores. Pueblo escogido, pueblo de la Alianza con Dios.
Jesús no cesa de recordar, que la única práctica religiosa agradable a Dios es
la interior: “Si al momento de presentar tu ofrenda en el altar, recuerdas que tu
hermano tiene algo contra ti, ve primero a reconciliarte con él” (Mateo 5,24).
“Misericordia quiero, y no sacrificios” (Mateo 9,13).
La hipocresía religiosa es la peor de todas. El hombre de hoy, como los
profetas de todos los tiempos, como el salmista que escribió este salmo, es sensible
a la sinceridad necesaria en los actos del culto: “van a Misa, y no son mejores que
los demás...”. “Recitan mis leyes y hacen sus oraciones, pero son ladrones,
adúlteros, difamadores...”, decía ya el salmo.
Cuidémonos, sin embargo, de caer en el formalismo contrario: “no voy a la
Misa, por consiguiente soy mejor que aquellos que van”. Hay que ver... Lo que es
cierto es que todos somos pecadores, que debemos ser muy humildes y guardarnos
de toda presunción. Quienes van a la Misa son pecadores que reconocen
públicamente sus debilidades: “Yo confieso a Dios Todopoderoso, reconozco ante
mis hermanos que he pecado, de pensamiento, de palabra, por acción y omisión...
Sí, he pecado verdaderamente...”. Con esta confesión comienzan todas nuestras
Misas.
Este salmo invita a hacer una “revisión de vida”: Dios en persona hace la
exhortación... No para condenar, como dice insistentemente Jesús, sino para
hacernos reflexionar y salvarnos... Porque, pese a las apariencias, el Dios que nos
habla en este salmo es EL DIOS AMOR, que se puso “de lado de los pobres”, en la
persona de Jesucristo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)