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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XIII Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 5
El salmista, injustamente acusado, presenta su causa a Dios en el templo,
pidiendo justicia. Las imprecaciones contra los enemigos son una invocación a la
justicia de Dios, que no puede amar la maldad. Esta justicia de Dios, que rechaza al
criminal y protege al inocente, es la confianza del que reza, y se difunde a los
demás.
Limando los rasgos que tiene el salmista de ensimismamiento, de rechazo
interior, odio, a sus enemigos, de deseos de venganza y aniquilamiento de aquellos
a los que él considera “injustos, malhechores, mentirosos, sanguinarios,
traicioneros, el salmo es una trágica oración de angustia y de confianza en la fuerza
y asistencia del Señor. Un reconocimiento de la Justicia y Fidelidad de Dios por
encima de todas las tramas e intrigas de sus enemigos.
Ciertamente que Dios distingue entre el inocente y el culpable, ¡y esto es
justicia! El salmista espera sobre todo que Dios le muestre su rostro propicio y le
conceda arrimo. La solidaridad personal entre el salmista y “su Dios” le obliga a
fiarse y confiarse plenamente en Dios, el único fiel a su palabra. La justicia de Dios
es fidelidad, misericordia, gracia..., que motivan la confianza. En los tiempos
presentes, en los que Dios ha manifestado su justicia (Rm 3,25) y su fidelidad está
marcada por el sí rotundo de Cristo (2 Cor 1,20), los cristianos podemos -con
mayor razón que el salmista- acogernos a Él con júbilo eterno porque su favor nos
rodea como un escudo.
Llenos de esperanza, pongamos en manos de Dios todas las preocupaciones
de nuestra vida: “Señor, tú no eres un Dios que ame la maldad; yo deseo durante
toda mi vida caminar por tus sendas, pero, tú lo sabes, tengo enemigos que
dificultarán mi propósito: mi debilidad, mi inconstancia, el ambiente. Atiéndeme,
pues, ante tanta dificultad, te expongo mi causa, y me quedo aguardando en paz,
seguro de que tu ayuda no me va a faltar. Guíame, Señor, durante toda la vida con
tu justicia, alláname tu camino, tú que, porque detestas a los malhechores, deseas
que todos seamos justos en tu presencia.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)