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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XIV Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 113
El salmista es consciente del poder soberano de Yahvé, que está en el cielo y
desde allí es el árbitro supremo sobre todo lo creado, sin que nadie pueda resistir a
su voluntad. Si Israel ahora está postrado, no es porque le falte poder para
levantarlo, sino porque en sus misteriosos designios así lo ha dispuesto. Frente a Él
nada pueden los ídolos de los otros pueblos, que son meros simulacros de plata y
oro, obra de los mismos hombres, y, como tales, no pueden asistir a sus fieles,
pues no tienen vida. La descripción es sarcástica y tiene sus antecedentes literarios
en la literatura profética. Los que adoran estos simulacros son, por ello, semejantes
a ellos en estupidez e ignorancia. Les espera la ruina, pues confían en lo que no
tiene vida ni consistencia.
Después de esta despiadada crítica de los ídolos, el salmista expresa un
deseo sarcástico: “Que sean igual los que los hacen, cuantos confían en ellos” (v.
8). Es un deseo expresado de forma muy eficaz para producir un efecto de radical
disuasión con respecto a la idolatría. Quien adora a los ídolos de la riqueza, del
poder y del éxito, pierde su dignidad de persona humana. El profeta Isaías decía:
“¡Escultores de ídolos! Todos ellos son vacuidad; de nada sirven sus obras más
estimadas; sus testigos nada ven y nada saben, y por eso quedarán abochornados”
(Is 44,9).
La tentación de creer que hay dioses más poderosos que nuestro Dios no es
una cosa ya superada; también nuestro tiempo tiene sus divinidades, en las que no
pocos ponen su confianza: el dinero, el poder, los proyectos humanos, los ideales
políticos, el progreso del mundo y de la ciencia, los planes propios. El domingo es el
día bautismal -muchos cristianos han recibido hoy el baño del nuevo nacimiento- y
por ello puede llevarnos fácilmente al recuerdo de nuestros compromisos
bautismales. En las renuncias del bautismo, “abandonamos los ídolos para servir al
Dios vivo” (1 Ts 1,9). Que el salmo que ahora rezaremos renueve nuestra fidelidad
a los compromisos bautismales: Los ídolos del mundo son plata y oro, hechura de
manos humanas; Israel, confía en el Señor: sólo él es su auxilio y su escudo .
Señor Dios nuestro, siempre fiel en el amor, haz que tu Iglesia no confíe
nunca en ídolos, hechura de manos humanas, sino que ponga siempre en ti su
esperanza y, anhelando el retorno de Jesús al fin de los tiempos, bendiga tu
nombre, ahora y por los siglos de los siglos.
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)