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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XIV Semana del Tiempo Ordinario
Sábado
Salmo 92
Este salmo es un himno de alabanza al Señor rey del universo. Como un
soberano, se halla sentado en su trono de gloria, un trono indestructible y eterno
(cf. v. 2). Su manto es el esplendor de la trascendencia, y el cinturón de su vestido
es la omnipotencia (cf. v. 1). Precisamente la soberanía omnipotente de Dios se
revela en el centro del Salmo, caracterizado por una imagen impresionante, la de
las aguas caudalosas.
Los Padres de la Iglesia suelen comentar este salmo aplicándolo a Cristo:
“Señor y Salvador”. Orígenes, traducido por san Jerónimo al latín, afirma: “El Señor
reina, vestido de esplendor. Es decir, el que antes había temblado en la miseria de
la carne, ahora resplandece en la majestad de la divinidad”.
El Dios soberano de todo, omnipotente e invencible, está siempre cerca de su
pueblo, al que da sus enseñanzas. Es una plegaria que engendra confianza y
esperanza en los fieles, los cuales a menudo se sienten agitados y temen ser
arrollados por las tempestades de la historia y golpeados por fuerzas oscuras y
amenazadoras.
Un eco de este salmo puede verse en el Apocalipsis de san Juan, cuando el
autor inspirado, describiendo la gran asamblea celestial que celebra la derrota de la
Babilonia opresora, afirma: “Oí el ruido de muchedumbre inmensa como el ruido de
grandes aguas y como el fragor de fuertes truenos. Y decían: „¡Aleluya!, porque
reina el Señor, nuestro Dios, dueño de todo‟” (Ap 19,6).
San Gregorio Nacianceno, en una de sus hermosas poesías expresa: “Tú
(Padre) has creado el universo, dando a cada cosa el puesto que le compete y
manteniéndola en virtud de tu providencia... Tu Palabra es Dios-Hijo: en efecto, es
consustancial al Padre, igual a él en honor. Él ha constituido armoniosamente el
universo, para reinar sobre todo. Y, abrazándolo todo, el Espíritu Santo, Dios, lo
cuida y protege todo. A ti, Trinidad viva, te proclamaré solo y único monarca, (...)
fuerza inquebrantable que gobierna los cielos, mirada inaccesible a la vista pero
que contempla todo el universo y conoce todas las profundidades secretas de la
tierra hasta los abismos. Oh Padre, sé benigno conmigo: que encuentre
misericordia y gracia, porque a ti corresponde la gloria y la gracia por los siglos de
los siglos” (Poesía 31).
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)