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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XV Semana del Tiempo Ordinario
Sábado
Salmo 9
El salmista habla de “enemigos” y “enemigo” (4.7), “naciones”, “malvado”,
“malvados” (6.17.18) ”pueblos” que practican la injusticia (16.18.20.21). Estos
grupos podríamos reducirlos a uno solo. Juntos componen una sociedad fundada en
la injusticia y en la desigualdad, que excluye y persigue hasta la muerte a cuantos
luchan por la justicia. De hecho, se dice que los malvados injustos están bien
organizados y ejercen su poder, pues tienen ciudades (7) y derraman sangre (13).
Se trata, por tanto, de un conflicto abierto entre los malvados injustos y los
hombres justos que buscan la Ley del Señor.
El salmo nos presenta un vivo y enérgico retrato de quien es Dios. Es aquel
que siempre se pone de parte del necesitado, del oprimido por la injusticia de los
hombres, del pequeño y humilde. Es aquel que se hace solidario con los necesitados
y los excluidos, convirtiéndose en su refugio y fortaleza, y en cobijo seguro en los
momentos de angustia y calamidad. Es el juez justo que imparte su justicia con una
infinita misericordia. Además Dios es aquel que realiza maravillas a favor de sus
amigos y elegidos: El es el Dios del Éxodo y de la Alianza de Israel. Más tarde las
palabras y las obras de Jesús reflejarán perfectamente lo que este Salmo dice a
propósito de Dios. En el Nuevo Testamento se repite frecuentemente la acción de
gracias de personas que han sido favorecidas por la acción salvadora de Jesús.
La Iglesia ha rezado siempre este salmo con la clara conciencia de que ella,
junto a toda la humanidad, ha sido rescatada de la “injusticia” del pecado y sus
consecuencias. Los enemigos y perseguidores del hombre justo lo son también de
Dios. El Señor ha estado grande con su Iglesia y esta proclama su victoria día tras
día.
En medio de las más extremas situaciones de peligro y abandono, surge
siempre la esperanza de que el Señor intervendrá, pues, el Señor, no se olvida de
los pobres.
Dios defiende a los humildes que confían en su auxilio. Y si Dios parece que
abandona momentáneamente a sus fieles en manos de los enemigos, es para
probarles y purificarles como el oro en el crisol. Dios destruyó para siempre el
poder del pecado y de la muerte, los grandes enemigos del hombre, en la
Resurrección de su Hijo y en ella todos hemos sido liberados. Por ello cantamos y
proclamamos las maravillas del Señor eternamente.
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Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)