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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XVII Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Salmo 32
Abandonaron a Dios que les dio la vida. El salmista está inmenso en una
situación de tensión social, no se desespera ni busca seguridad en otros medios,
pone su confianza en Dios e invita a los demás a hacer lo mismo.
El salmo trata un conflicto entre quien permanece fiel al Dios verdadero y
quienes se dejan seducir y arrastras por los “falsos dioses” o ídolos. El ultraje del
que nos habla el salmista no consiste solo en palabras sino en “aprieto y angustia”,
lo que nos lleva a pensar en una persecución.
Los idólatras no solamente son enemigos del verdadero Dios, sino de sus
fieles y en ellos hacen vivo su odio a la verdad y a la justicia. La falsedad de Baal
(dios falso) se pone de manifiesto en que se va convirtiendo en el dios de los
terratenientes que explotan al pueblo, que lo esclavizan y ultrajan su honor, en el
dios de los inmorales que utilizan al hombre y a toda la creación del verdadero
Dios, en un instrumento de sus pasiones y aberraciones, sobre todo utilizando al
hombre como esclavo de sus deseos de poder y de dominio.
En cambio el Dios de la Alianza libra de la angustia a cuantos le suplican,
hace maravillas en su favor y escucha su clamor, mostrándoles la luz de su rostro y
salvándolos de la muerte, de la mentira y del sin sentido de una vida al margen de
El. La confianza que el justo del salmo tiene en Dios supera la alegría de los que
confían en Baal (dioses falsos).
Jesús se presenta como garantía del Dios fiel en el que las personas pueden
confiar absolutamente. “Yo soy la Verdad” (Jn 14,6) “El que me sigue no camina en
tinieblas”. Jesús es la encarnación del Dios fiel en nuestra historia y en nuestro
personal camino en la vida. El vino para que todos tuviéramos vida y vida en
plenitud.
Afirmar con fiereza a nuestro propio corazón que solo el Señor, puede dar la
alegría, la paz y la vida que no se marchita y que estas valen más que todos los
tesoros y bienes de este mundo juntos.
Solo el que, como el salmista, está firmemente persuadido de esta verdad,
puede decir con él: “En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque solo Tú,
Señor, me haces descansar tranquilo” (Sal. 4,9)
Pero esta confianza y abandono seguro en las manos del Señor se va adquiriendo
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en la medida en que vamos conociendo, desde el corazón, a Dios Padre. Y este
conocimiento interior, profundo, espiritual, se adquiere en la comunicación y
diálogo con El.
Sin oración el hombre y la mujer no pueden, de ningún modo llegar a la
experiencia de que “solo Dios basta” para vivir tranquilo y feliz aún en medio de las
tribulaciones de esta vida. La persona que con perseverancia busca a Dios en la
oración lo encuentra indefectiblemente.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)