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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XVII Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 78
Socórrenos, Señor, y te alabaremos. Aquellos cuyos ojos han sido abiertos
por la gracia, como el salmista, encuentran en su vida miles de motivos y de
ocasiones para alabar y glorificar a Dios. Cada cosa tiene un sello divino, y quien lo
descubre, es feliz y da gracias al Creador. Todo acontecimiento puede convertirse
en una canción de alabanza para el Señor. Estamos invitados a vivir cantando:
Socórrenos, Señor, y te alabaremos.
Dar gloria a Dios es nuestra vocación en la tierra y, en cuanto tal, nos
compromete por entero. “Sean ustedes mismos el canto que van a cantar,” exhorta
San Agustín. Cuando alabamos a Dios, se unifican todas nuestras capacidades y se
nos devuelven la armonía y el equilibrio rotos por el pecado. Descubrimos el amor
divino en el fondo de nuestro ser.
Dios merece una alabanza infinita, porque infinitas son su bondad y su
gracia. Pero el hombre es limitado. Todo está hecho para la gloria de Dios. Estamos
llamados a vivir en íntima comunión con Dios y con los demás hombres, y a
convertir así toda nuestra existencia en una alabanza al Creador. De este modo
podemos anticipar la realidad del Reino de Dios. En otras palabras, nuestra vida
tiene la seriedad de un “ensayo general” de lo que haremos por toda la eternidad:
transparentar el amor, la bondad y la misericordia divinas. Socórrenos, Señor, y te
alabaremos.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)