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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XVII Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 68
“Mi oración se dirige a ti, que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad
me ayude”. El salmista, en su oración, apela a la bondad y fidelidad de Dios.
Según enseña nuestra santa Tradición, el dormir es un estado emparentado
con la muerte, poéticamente diríamos que es un pequeño morir.
Por lo cual, cuando despertamos reconocemos la bondad y fidelidad del
Eterno, que mientras dormíamos recibió el alma que nos prestó al ser concebidos,
pero nos la devuelve al despertar. Y no sólo la reintegra, sino que la retorna
mejorada, ya que casi siempre al dormir nuestras pilas se recargan, y contamos
con renovadas energías para encarar la vida.
La oración del salmista: “Mi oración se dirige a ti, que me escuche tu gran
bondad, que tu fidelidad me ayude”, nos indica cómo podemos prepararnos para
encarar cada día de un modo positivo, constructivo, acorde con el armonioso Deseo
que el Eterno tiene para con cada uno de nosotros.
Por lo cual, reconocemos Su fidelidad, ya que nos permite tener la chance de
un nuevo día para mejorar todo aquello que hasta anoche no habíamos podido
cumplir, construir, ascender.
Digamos que la fidelidad que Dios nos tiene es una especie de confianza, de
voto favorable en espera de que nuestra elección HOY sea para la vida y la
bendición.
Ni bien abrimos los ojos reconocemos que Dios es justo y sabio, por lo cual,
comenzamos el día optimistas porque sabemos que cada acto bueno que
emprendamos, será por siempre tenido en cuenta por el Rey eterno.
Así pues, Su fidelidad es sinónimo de que Él nos tiene en cuenta, nos presta
atención, y se ocupa de que la Justicia misericordiosa sea la vara con la cual se
mide el mundo, nuestro mundo, nuestro cada día, que hemos de decir: “Mi oración
se dirige a ti, que me escuche tu gran bondad, que tu fidelidad me ayude”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)