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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XVIII Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 101
En nuestra respuesta al salmo: “El Señor es nuestro Dios”, aparece ante todo
la afirmación de una plena pertenencia a Dios: “somos suyos, su pueblo” (Salmo
99, 3), afirmación llena de orgullo y al mismo tiempo de humildad, pues somos
“ovejas de su rebaño” (Ibidem).
En efecto, “El Señor es nuestro Dios” (Cf. Salmo 94, 7). Es una expresión de
intimidad, una relación de amor, de “misericordia” y “fidelidad”, unidas a la
“bondad” (Cf. Salmo 99, 5), de Dios hacia nosotros: él es nuestro y nosotros somos
suyos.
“El Señor es nuestro Dios”, es decir, Él es nuestro Señor y Padre, que está en
el cielo, decimos en el Pater noster, reconociéndonos criaturas e hijos suyos; y
decimos “nuestro”, porque el Señor es nuestro Dios y nosotros su pueblo,
miembros de la Iglesia y hermanos de todos los hombres.
En Deuteronomio escuchamos: escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios,
el Señor es Uno: Esto quiere decir Un solo Dios, que esta sobre cualquier otro dios,
sobre todo ser humano y todo interés nuestro.
Hoy podemos hacer nuestra la respuesta del Pueblo de Dios: “Lejos de
nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, a nuestros intereses,
porque el Señor es nuestro Dios; él fue quien nos sacó de la esclavitud de del
pecado y de la muerte, Él fue el que hizo ante nosotros grandes prodigios, nos
protegió por todo el camino que recorrimos y en los pueblos por donde pasamos.
Así pues, también nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)