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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XIX Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Salmo 148
El cielo y la tierra están llenos de tu gloria. La gloria de Dios es el principio y
el fin de toda la creación. La misma encarnación del Verbo y la redención del
género humano no tienen otra finalidad que la gloria de Dios. Por eso exhorta el
apóstol a no dar un paso que no sea encaminado a la gloria de Dios: “Ya coman, ya
beban o ya hagan alguna cosa, háganlo todo para la gloria de Dios” (1 Co 10,31),
“por cuanto que en Él nos eligió antes de la constitución del mundo, para que
fuéramos santos e inmaculados ante él, y nos predestinó en caridad a la adopción
de hijos suyos por Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza
de su gloria ” (Ef 1,4-6).
Cristo es “el esplendor de la gloria del Padre” después de una breve
humillación fue coronado de gloria (Heb 1, 2; 2, 7.9). Para los hombres, san Ireneo
dice que la gloria de Dios es la vida del hombre, y la vida del hombre es la visión de
Dios, que aleja de considerar a Dios como un ser lejano de los hombres como un
rey que recibe el tributo de los hombres como una especie de autocomplacencia.
La gloria de Dios es vivir en nosotros, es que tengamos vida eterna, la suya;
es endiosarnos. Esa gloria de Dios es gozo en Dios por la alegría del triunfo del hijo
libre, que puede ser díscolo, pero que ha triunfado y ama como Dios, es el mismo
Dios en cierta manera, como dice San Gregorio de Nisa. Es el endiosamiento bueno
que será perpetuo en la vida de la gloria perpetua que es el cielo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)