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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XX Semana del Tiempo Ordinario
Lunes
Deuteronomio 32
Abandonaron a Dios, que les dio la vida. Lo mismo expresa Jeremías (2.13)
dice: abandonaron a Dios fuente de agua viva. Por otra parte, el libro de los Jueces,
nos dice que los israelitas abandonaron al Dios verdadero para volverse a los ídolos.
Pero en el Génesis (1-12) leemos que aunque la mayor parte de
abandonaron a Dios, un linaje de descendientes continúa fiel a Dios. Noé es el más
conocido de ellos: su fe y obediencia permiten que el disfrute de la misericordia de
Dios.
Este fue el secreto de los santos. Vivir en la presencia de Dios. Ellos, lejos de
abandonar a Dios, se abandonaron en los brazos del Padre. Por ejemplo, cuando
Jesús llamó un día a Simón Pedro y a Andrés, que eran pescadores, abandonaron
sus redes para seguirle.
Los santos no cayeron del cielo ya santos, eran hombres como nosotros, con
problemas a veces muy complicados”. “La santidad no consiste en no haberse
equivocado ni pecado nunca, crece con la capacidad de conversión, de
arrepentimiento de volver a empezar y sobre todo con la capacidad de
reconciliación y de perdón”.
Los santos son quienes se dejan amar y salvar por Él, quienes le siguen con
un amor único y exclusivo, quienes acogen su Espíritu que les va transformando
poco a poco hasta la plena identificación con Él, ésos son los santos, los
bienaventurados que ya aquí, en la tierra, nos ofrecen la imagen del Hombre
Nuevo, es decir, de Cristo, “primogénito entre muchos hermanos” (Rom 8,29).
Estos hombres y mujeres nos recuerdan que la primera aportación que el
cristiano debe hacer a la Iglesia es la de su propia santidad. La santidad que
recibieron en el bautismo fue devuelta a la Iglesia enriquecida por su propia
experiencia cristiana y por la novedad personal con que se distinguieron en el
seguimiento de Jesús.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)