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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XX Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Deuteronomio 32
“El Señor da la muerte y la vida, hunde en el abismo y levanta; da la pobreza
y la riqueza, humilla y enaltece”. Dios tiene en su mano el alma de todo ser viviente
y el soplo de toda carne de hombre (Job 12, 10).
El creyente, que se experimenta amado y salvado por Dios hace pública su
acción de gracias, consciente de que incluso cuando se acerca la muerte, el Señor
se inclina sobre él con amor. Dios no es indiferente al drama de su criatura, sino
que rompe sus cadenas.
El creyente salvado de la muerte se siente “siervo” del Señor, hijo de su
esclava, bella expresión oriental con la que se indica que se ha nacido en la misma
casa del dueño. El salmista profesa humildemente con alegría su pertenencia a la
casa de Dios, a la familia de las criaturas unidas a él en el amor y en la fidelidad.
La vicisitud personal es narrada para que sirva de estímulo para todos a
creer y a amar al Señor. En el fondo, por tanto, podemos vislumbrar a todo el
pueblo de Dios, mientras da gracias al Señor de la vida, que no abandona al justo
en el vientre oscuro del dolor y de la muerte, sino que le guía a la esperanza y a la
vida.
Muchos invocaron al Señor y fueron inmediatamente librados de sus penas
presentes, sin tener que esperar la vida eterna. Job, abandonado al demonio a
pedido de este espíritu malhechor, recuperó no obstante la salud ya durante esta
vida... Por el contrario, el Señor fue flagelado y nadie vino a su socorro. Grita „¿Dios
mío, Dios mío, por qué me has abandonado?‟ y nadie lo socorre”.
Jesús quería inculcar a los hombres la participación en su abandono temporal
y transitorio para arrancarlos del abandono eterno. Enseñaba la aceptación de la
muerte temporal para escapar a la muerte eterna. El hombre viejo se preocupa de
la muerte temporal, el hombre nuevo de la vida eterna.
Pero Dios nunca falla. Al final Jesús vence, vence el amor. De la muerte de
Cristo surge la vida, porque Jesús la ha transformada en un gesto de oblación, en
un acto de amor, convirtiéndola así en lo profundo: el amor ha vencido a la muerte.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)