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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XX Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
Salmo 50
Crea en mi, Señor, un corazón puro. En la Sagrada Escritura el corazón es el
centro de la persona, el núcleo de su conciencia y de su psicología, el asiento de la
decisión y la responsabilidad, es decir su vida interior y espiritual. Dios habla al
corazón del hombre porque es allí donde tiene sus raíces la vida religiosa y moral
del hombre.
Para los salmistas el requisito previo para entrar debidamente en el santuario
del Señor es la disposición del corazón, que supone el amor al prójimo y la justicia,
la inocencia de las manos y la pureza de corazón (Sal 15; 24,3-4). La pureza del
corazón es obra de sólo Dios. Es una acción creadora, que hay que impetrar del
Señor (Sal 51,12).
Impuro es todo lo que encierra pecado. Todo pecado es impuro porque
aparta de Dios. Pero el Señor revela en la Escritura que más que todos, el pecado
de lujuria, especialmente el adulterio, apartan al hombre de Él y lo hacen impuro a
sus ojos de Padre.
El que ve al Padre no peca y el que peca no conoce al Padre. Por otra parte,
vivir como hijos asegura una visión futura del Padre, en la vida eterna, que será
mucho más perfecta y clara que el conocimiento que nos permite desde ahora vivir
como hijos.
Pidamos a Dios la pureza interior: Quiero que te complazcas, Señor, y Padre
mío, purificando mi espíritu. Límpialo, primero, de actitudes vergonzosas que alejan
de él tu vista, y cambia luego mi corazón, haciéndolo otra vez corazón de niño.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)