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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XXIII Semana del Tiempo Ordinario
Miércoles
Salmo 144
El rey está prendado de tu belleza. El rey que se prenda de la belleza hace
referencia al rey judío en el que la tradición judía sucesiva ha visto el perfil del
Mesías davídico, mientras que el cristianismo ha transformado el himno en un canto
en honor de Cristo.
La Biblia ama la belleza como reflejo del esplendor del mismo Dios, incluso
los vestidos pueden ser signos de una luz interior resplandeciente, del candor del
alma.
El pensamiento se dirige al pasaje del Apocalipsis que describe las “bodas del
Cordero”, es decir, de Cristo con la comunidad de los redimidos, en las que se
subraya el valor simbólico de los trajes de bodas: “han llegado las bodas del
Cordero, y su Esposa se ha engalanado y se le ha concedido vestirse de lino
deslumbrante de blancura –el lino son las buenas acciones de los santos” (Ap 19, 7-
8).
Muchos Padres de la Iglesia han aplicado el retrato de la reina a María. En
una Homilía sobre la Madre de Dios, Crisipo de Jerusalén expresaba: “Te dedico mi
discurso –afirma dirigiéndose a María–, esposa del grande soberano; te dedico mi
discurso a ti que vas a concebir al Verbo de Dios, del modo que Él sabe... "Escucha,
hija, mira: inclina el oído"; de hecho, se verifica el grandioso anuncio de la
redención del mundo. Inclina tu oído y lo que escucharás levantará tu corazón...
„Olvida tu pueblo y la casa paterna‟: no prestes atención a la parentela terrena,
pues serás transformada en una reina celeste. Y escucha –dice– para darte cuenta
de cómo te ama el Creador y Señor de todo. „Prendado está el rey de tu belleza‟,
dice: el mismo Padre te escogerá por esposa; el Espíritu dispondrá todas las
condiciones necesarias para este matrimonio... No creas que darás a luz un niño
humano, pues „te postrarás ante él, que él es tu señor‟. Tu creador se ha convertido
en tu niño; lo concebirás y lo adorarás junto a los demás como a tu Señor” („Textos
marianos del primer milenio‟ – „Testi mariani del primo millennio‟, I, Roma 1988,
páginas 605-606).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)