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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XXIII Semana del Tiempo Ordinario
Sábado
Salmo 115
Señor, te ofreceré con gratitud un sacrificio. En nuestro texto aparece la
memoria de un pasado angustiante: el orante ha mantenido alta la llama de la fe,
incluso cuando en sus labios surgía la amargura de la desesperación y de la
infelicidad (Cfr. v 10). Ahora, sin embargo, la súplica se transforma en gratitud,
pues el Señor ha sacado a su fiel del torbellino oscuro de la mentira (Cf. v 12).
El orante se dispone, por tanto, a ofrecer un sacrificio de acción de
gracias en el que se beberá el cáliz ritual, la copa de la libación sagrada que es
signo de reconocimiento por la liberación (Cf. v 13). Nuestra celebración es la sede
privilegiada en la que se puede elevar la alabanza agradecida al Dios salvador.
En esta circunstancia, el salmista hará pública su acción de gracias,
consciente de que incluso cuando se acerca la muerte, el Señor se inclina sobre él
con amor. Dios no es indiferente al drama de su criatura, sino que rompe sus
cadenas (Cf. v 16).
Con las palabras del orante, el salmo concluye evocando nuevamente el rito
de acción de gracias que será celebrado en el contexto del templo (Cf. versículos
17-19). Su oración se situará en el ámbito comunitario. Su vicisitud personal es
narrada para que sirva de estímulo para todos a creer y a amar al Señor. En el
fondo, por tanto, podemos vislumbrar a todo el pueblo de Dios, mientras da gracias
al Señor de la vida, que no abandona al justo en el vientre oscuro del dolor y de la
muerte, sino que le guía a la esperanza y a la vida.
San Basilio Magno comenta: “„¿Cmo pagaré al Seor todo el bien que me ha
hecho? Alzaré la copa de la salvacin‟. El salmista ha comprendido los muchos
dones recibidos de Dios: del no ser ha sido llevado al ser, ha sido plasmado de la
tierra y ha recibido la razn…, ha percibido después la economía de salvacin a
favor del género humano, reconociendo que el Señor se entregó a sí mismo como
redención en lugar nuestro; y busca entre todas las cosas que le pertenecen cuál es
el don que puede ser digno del Señor. ¿Qué ofreceré, por tanto, al Señor? No
quiere sacrificios ni holocaustos, sino toda mi vida. Por eso dice: „Alzaré la copa de
la salvación‟, llamando cáliz a los sufrimientos en el combate espiritual, a la
resistencia ante el pecado hasta la muerte. Es lo que nos enseñó, por otro lado,
nuestro salvador en el Evangelio: „Padre, si es posible, que pase de mí este cáliz‟; o
cuando les dijo a los discípulos: „¿podéis beber el cáliz que yo he de beber?‟,
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refiriéndose claramente a la muerte que aceptaba por la salvación del mundo” (PG
XXX, 109).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)