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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XXV Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 143
El salmo comienza con una bendición, es decir, con una exclamación de
alabanza dirigida al Señor, celebrado con una pequeña letanía de títulos salvíficos:
es la roca segura y estable, es la gracia amorosa, es el alcázar protegido, el refugio
defensivo, la liberación, el escudo que mantiene alejado todo asalto del mal (Cfr.
Sal 143,1-2). También se utiliza la imagen marcial de Dios que adiestra a los fieles
para la lucha a fin de que sepan afrontar las hostilidades del ambiente, las fuerzas
oscuras del mundo.
Ante el Señor omnipotente el orante, pese a su dignidad regia, se siente
débil y frágil. Hace, entonces, una profesión de humildad. En efecto, siente que es
“un soplo”, como una sombra que pasa, débil e inconsistente, inmerso en el flujo
del tiempo que transcurre, marcado por el límite propio de la criatura (Cfr. Sal
143,4).
Así, pues, ante la Roca consistente que es Dios, el hombre se define como
caduco, efímero: es un soplo, una sombra que pasa. Sin embargo, esta existencia
frágil que es el hombre encierra una pregunta permanente: ¿Qué es él hombre? (v.
3). Si Dios se ha fijado en el hombre, si tanto le mira y pone en él su corazón, no
puede ser un sueño. Cristo nos proporciona la respuesta adecuada. Él es el hombre
hasta las últimas consecuencias. Hecho inferior a los ángeles hasta el punto de
gustar la muerte. Ya resucitado, es el Primogénito entre muchos hermanos. El
hombre, portador de la mirada de Dios, es sombra de eternidad proyectada en
nuestro suelo. Nuestros días mortales pasan. Dios nos tiene reservada una corona
de inmortalidad, ya que su Hijo gustó la muerte para bien de todos. Sepamos
respetar la pequeña-gran figura del hombre.
Bendito seas, Señor, porque has pensado en los hijos de Adán y, por Cristo,
tu Hijo, has establecido tu alianza con ellos en el combate contra las fuerzas del
mal; no dejes de extender la mano desde arriba, cuando luchamos contra nuestros
enemigos y haz que la salvación que diste a Jesús, el nuevo David, sea extendida a
cuantos forman su cuerpo.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)