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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XXIX Semana del Tiempo Ordinario
Martes
Salmo 84
Dale, Señor, la paz a tu pueblo . San Agustín expresa que “La paz es un bien
tal, que no puede apetecerse otro mejor, ni poseerse otro más provechoso”. La paz
es uno de los mayores bienes no sólo de la vida eterna, sino también de la vida
terrenal,”Porque es tan singular el bien de la paz, que aún en las cosas terrenas y
mortales no sabemos oír cosa de mayor gusto, ni desear objeto más agradable, ni
finalmente podemos hallar cosa mejor”.
El mundo sigue buscando paz. Sabemos que Dios es un Dios de paz (Rom
15:33). Yo tengo pensamientos de paz y no de aflicción (Jr 29, 11), declaró Dios
por boca del profeta Jeremías. En Jesús, príncipe de la paz, se nos manifiesta con
toda claridad que Dios nos quiere constructores de paz. Jesús viene a salvarnos, a
perdonarnos, a disculparnos, a traernos la paz y la alegría. Si reconocemos esta
maravillosa relación del Señor con sus hijos, se cambiarán necesariamente nuestros
corazones, y nos haremos cargo de que ante nuestros ojos se abre un panorama
absolutamente nuevo, lleno de relieve, de hondura, de luz y de paz.
La persona que acepta al Señor Jesús como su Salvador y Redentor, ha
entrado al Reino de la paz; es cuando ha comenzado a gustar el gozo del la paz y
del amor de Dios. Esta paz no es un producto artificial ni genérico... Es verdadera;
es dada por Dios mismo. Cuando nos convertimos en hijos de Dios, vivimos en paz.
Dale, Señor, la paz a tu pueblo .
Un cristiano que viva unido al Corazón de Jesús no puede tener otras metas:
la paz en la sociedad, la paz en la Iglesia, la paz en la propia alma, la paz de Dios
que se consumará cuando venga a nosotros su reino. Seamos constructores de “la
paz, este hermoso don de Dios, que, como dice San Agustín, “es el más consolador,
el más deseable y el más excelente de todos”.
María de la Soledad profunda y del llanto son consuelo, Regina pacis, reina
de la paz, porque tuviste fe y creíste que en la resurrección de tu Hijo, ayúdanos a
crecer en la fe, a ser firmes en la esperanza, a profundizar en el Amor. Porque eso
es lo que quiere hoy de nosotros tu Hijo, al mostrarnos su Sacratísimo Corazón.
Dale, Señora, la paz de tu Hijo al corazón de tus hijos.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)