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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XXX Semana del Tiempo Ordinario
Jueves
Salmo 143
Bendito sea el Señor, mi fortaleza . San José María Escrivá de Balaguer, en
Amigos de Dios, nos dice: no debemos extrañarnos ni desalentarnos ante las
propias miserias personales, ante nuestros tropiezos, porque continuaremos hacia
adelante, si buscamos la fortaleza en Aquel que nos ha prometido: vengan a mí
todos los que andan agobiados con trabajos y cargas, que yo los aliviaré (Mt
11,28) .
Nos explica con claridad el Catecismo de la Iglesia Católica (1808) que “la
fortaleza es la virtud moral que asegura en las dificultades la firmeza y la
constancia en la búsqueda del bien”; “reafirma la resolución de resistir a las
tentaciones y de superar los obstáculos en la vida moral.
La virtud de la fortaleza hace capaz de vencer el temor, incluso a la muerte,
y de hacer frente a las pruebas y a las persecuciones. Capacita para ir hasta la
renuncia y el sacrificio de la propia vida por defender una causa justa. “Mi fuerza y
mi cántico es el Señor” (Sal 118,14). “En el mundo tendrán tribulación. Pero
¡ánimo!: Yo he vencido al mundo (Jn 16,33). Podemos concluir que esta virtud lleva
a defender y alcanzar el bien arduo con una profunda alegría, que trasciende la
experiencia del dolor, siendo capaces de exclamar con el Apóstol: «Todo lo puedo
en Aquel que me hace fuerte (Flp 4,13), o como hemos cantado: Bendito sea el
Señor, mi fortaleza .
En ti, Señor, me refugio; que yo no quede avergonzado para siempre.
Líbrame, rescátame tú, que eres salvador; hazme caso y libérame. En ti, Señor, he
puesto mi esperanza.
Sé para mí una roca de refugio, una fortaleza donde me salve, pues tú eres
mi roca y mi fortaleza; Dios mío, rescátame de las manos del malvado. En ti,
Señor, he puesto mi esperanza.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)