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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XXXII Semana del Tiempo Ordinario
Sábado
Salmo 111
Dichosos los que temen al Señor . Es popular decir: “Dios es amor y no se le
debe temer”. Es cierto que a Dios no le debemos tener „miedo‟ en el sentido en que
hoy se usa la palabra, ese miedo que paraliza o que impulsa a huir de Dios y evitar
pensar o acordarse de El. Ciertamente Dios es amor infinito y nos creó para que
amemos. Jesús enseña sobre los Mandamientos de Dios:
El temor de Dios es un don del Espíritu Santo: Temer ofenderle, tememos al
realizar nuestra propia debilidad y al saber que con facilidad podemos caer en
pecado mortal y condenarnos. San Agustín decía “ama y haz lo que quieras”, pero
por su propia experiencia también escribió ampliamente sobre la necesidad del
temor como motivo para el arrepentimiento. El temor, según San Agustín, lleva al
dolor del corazón por el pecado.
El libro de los Proverbios nos dice: Bienaventurada el alma de quien teme a
Dios, está fuerte contra las tentaciones del diablo; Bienaventurado el hombre que
persevera en el temor (Prov. 28,14) y a quien le ha sido dado tener siempre ante
los ojos el temor de Dios.
Y san Agustín, en un Sermón sobre la humildad y el temor de Dios, expresa:
Quien teme al Señor se aparta del mal camino y dirige sus pasos por la senda de la
virtud; el temor de Dios hace al hombre precavido y vigilante para no pecar. Donde
no hay temor de Dios reina la vida disoluta.
Para san Pablo el amor y el temor de Dios no son contrarios, mas bien se
complementan. El temor de Dios nos dispone a poner nuestro corazón en lo bueno.
Queremos llegar a hacer todo por amor pero, en el camino, nos ayuda recordar el
peligro. Quien se cree ya perfecto en el amor y pretende no necesitar del temor cae
con facilidad en el engaño o en la soberbia.
Así, pues, Dios quiere, por medio del sano temor, llevar nuestras almas a la
gracia de vivir en el amor, a la gracia de vivir en Él; por eso, son Dichosos los que
temen al Señor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)