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Salmos diarios, Ciclo II, Año Par. Explicados
XXXIV Semana del Tiempo Ordinario
Viernes
Salmo 83
Dichosos los que viven en tu casa . Cristo es el verdadero templo. Este templo
de Dios del cual brota la fuente de agua viva. Jesús es este templo, la casa de
oración, el resucitado, que se presenta como camino, verdad y vida. Todo cristiano,
cada uno de nosotros, por la presencia del Espíritu Santo, somos el edificio de Dios.
Jesús enseña que el templo de Dios es primordialmente el corazón del
hombre, que ha acogido su palabra. Templo nuevo de Dios es el cristiano en gracia,
todo cristiano que ha limpiado su alma en las aguas de la confesión. Así nuestro
templo es como un cofre que contiene una hermosa joya. Pero el lugar de la
presencia de Dios y de Cristo es, asimismo, allí “donde dos o tres se reúnen en mi
nombre”.
Dichosos los que viven en tu casa. La iglesia es el lugar de la presencia de
Cristo en la tierra. Es el pueblo de los redimidos, en tanto en cuanto unido a Dios
por la fe y los sacramentos. Es el lugar privilegiado de nuestro encuentro con Dios,
porque es el lugar en donde se realiza y se hace visible la comunidad cristiana. Es
el lugar en donde resuena la palabra de Cristo y en donde se celebra su memorial,
que es la Eucaristía.
Decía San Agustín: “Mediante la fe los hombres llegan a ser material
disponible para la construcción; mediante el bautismo y la predicación son como
alisados y pulidos; pero, sólo cuando están unidos y juntos por la caridad llegan a
ser en verdad la casa de Dios”. La Iglesia debe ser el signo del amor mutuo entre
los que parten un mismo pan.
La Iglesia es un lugar distinto de todos los demás, puesto, al mismo tiempo,
dentro y fuera del mundo. Lo que está dentro de su recinto es sagrado y lo que
está fuera es profano. Por eso es necesario preservar o restituir a nuestro templo
parroquial el clima de silencio, de respeto y de compostura que se conecta con ello.
Lo que Jesús decía del templo de Jerusalén vale, todavía, para los templos
cristianos: “Mi casa será casa de oracin”.
Es necesario estar atentos a no “profanar” la iglesia, a no hacerla banal.
Cada palabra inútil dicha en voz alta, como si fuese la plaza, especialmente durante
las funciones litúrgicas, es una ofensa a la santidad del lugar, disminuye la
capacidad que ella tiene para favorecer el encuentro con Dios.
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Esta hermosa respuesta al salmo hace referencia a la alegría de
reencontrarnos en la casa del Seor, como huéspedes en su templo. “¡Qué
deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos!... Dichosos los que viven en tu
casa: alabándote siempre… Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)