EVANGELIO DEL DIA
¿ Señor, a quién iremos?. Tú tienes palabras de vida eterna. Jn 6, 68
Jueves de la XXXI Semana del Tiempo Ordinario
Carta de San Pablo a los Romanos 14,7-12.
Ninguno de nosotros vive para sí, ni tampoco muere para sí.
Si vivimos, vivimos para el Señor, y si morimos, morimos para el Señor: tanto en la
vida como en la muerte, pertenecemos al Señor.
Porque Cristo murió y volvió a la vida para ser Señor de los vivos y de los muertos.
Entonces, ¿Con qué derecho juzgas a tu hermano? ¿Por qué lo desprecias? Todos,
en efecto, tendremos que comparecer ante el tribunal de Dios,
porque está escrito: Juro que toda rodilla se doblará ante mí y toda lengua dará
gloria a Dios, dice el Señor.
Por lo tanto, cada uno de nosotros tendrá que rendir cuenta de sí mismo a Dios.
Salmo 27(26),1.4.13-14.
De David. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es el
baluarte de mi vida, ¿ante quién temblaré?
Una sola cosa he pedido al Señor, y esto es lo que quiero: vivir en la Casa del
Señor todos los días de mi vida, para gozar de la dulzura del Señor y contemplar su
Templo.
Yo creo que contemplaré la bondad del Señor en la tierra de los vivientes.
Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor.
Evangelio según San Lucas 15,1-10.
Todos los publicanos y pecadores se acercaban a Jesús para escucharlo.
Los fariseos y los escribas murmuraban, diciendo: "Este hombre recibe a los
pecadores y come con ellos".
Jesús les dijo entonces esta parábola:
"Si alguien tiene cien ovejas y pierde una, ¿no deja acaso las noventa y nueve en el
campo y va a buscar la que se había perdido, hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría,
y al llegar a su casa llama a sus amigos y vecinos, y les dice: "Alégrense conmigo,
porque encontré la oveja que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, habrá más alegría en el cielo por un solo
pecador que se convierta, que por noventa y nueve justos que no necesitan
convertirse".
Y les dijo también: "Si una mujer tiene diez dracmas y pierde una, ¿no enciende
acaso la lámpara, barre la casa y busca con cuidado hasta encontrarla?
Y cuando la encuentra, llama a sus amigas y vecinas, y les dice: "Alégrense
conmigo, porque encontré la dracma que se me había perdido".
Les aseguro que, de la misma manera, se alegran los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierte".
Leer el comentario del Evangelio por
San Juan María Vianney (1786-1859), sacerdote, cura de Ars
Sermón para el III domingo después de Pentecostés, 1º sobre la
misericordia
Hay alegría entre los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente
La conducta que Jesucristo tuvo durante su vida mortal, nos muestra la
grandeza de su misericordia para con los pecadores. Vemos que todos ellos se
acercan a hacerle compañía, y él, lejos de rechazarlos o por lo menos alejarse, al
contrario, hizo todo lo posible para encontrarse entre ellos, con el fin de atraerlos
hacia su Padre. Los va a buscar por los remordimientos de conciencia, los hace
volver por su gracia y los gana con sus modales amorosos. Los trata con tanta
amabilidad, que incluso los defiende ante los escribas y fariseos que quieren
culparlos, y que parecen que no querer el sufrimiento de Jesucristo.
Va incluso más allá: quiere justificar su conducta hacia ellos con una parábola
que retrata, de la mejor manera, la grandeza de su amor por los pecadores,
diciéndoles: " Un pastor que tenía cien ovejas, habiendo perdido una, deja a todas
las demás y va corriendo a buscar a la que se había perdido, y, habiéndola
encontrado, se la pone sobre sus hombros para ahorrarle las dificultades del
camino. Entonces, después de devolverla a su redil, invitó a todos sus amigos para
que se alegraran con él, por haber encontrado la oveja que estaba perdida».Y
añadió también esta parábola de una mujer que tiene diez monedas de plata y
habiendo perdido una, enciende la lámpara para buscar en cada rincón de su casa,
y habiéndola encontrado, invita a todos sus amigos para que se alegren con ella.
"Por ello, dijo, que el cielo entero, se alegra por el regreso de un pecador que se
arrepiente y hace penitencia. Yo no he venido a salvar a los justos sino a los
pecadores, los que están sanos no necesitan médico, sino los enfermos "(Lc 5,31-
32).
Vemos que Jesús aplica a sí mismo la imagen viva de la grandeza de su
misericordia hacia los pecadores. ¡Qué suerte para nosotros saber que la
misericordia de Dios es infinita! ¡Qué intenso deseo debemos sentir nacer en
nosotros, que nos llevará a arrodillarnos a los pies de un Dios que nos recibirá con
tanta alegría!
servicio brindado por el Evangelio del Día, www.evangeliodeldia.org”