XXX Domingo del Tiempo Ordinario Ciclo A
Homilía basada en el Catecismo de la Iglesia Católica
«Si me amáis, guardaréis mis mandamientos»
I. LA PALABRA DE DIOS
Ex 22,21-27: «Si explotáis a viudas y huérfanos se encenderá mi ira
contra vosotros»
Sal 17,2-3a.3bc-4.47 y 51ab: «Yo te amo, Señor, tú eres mi fortaleza»
1Ts 1,5c-10: «Abandonasteis los ídolos para servir a Dios y esperar la
vuelta de su Hijo»
Mt 22,34-40: «Amarás al Señor tu Dios y a tu prójimo como a ti mismo»
II. APUNTE BÍBLICO-LITÚRGICO
Segunda consigna (véase Domingo anterior) para la vida de la Iglesia: el amor a
Dios y al prójimo, que «sostienen la Ley entera y los profetas».
Por un lado, «el que ama ha cumplido la Ley» (Rm 13,10b). Por otro lado, «en esto
conocemos que amamos a Dios, en que cumplimos sus mandamientos» (1 Jn 5,3).
La caridad cristiana es la moral fundamental del bautizado. Y la caridad cristiana
ama según Dios, que conoce al hombre y los caminos de su felicidad.
La gran diferencia entre los mandamientos de la ley antigua y los mismos
trasladados a la Ley Nueva está en Jesucristo que los ha convertido en vida y en
modo de ser. Son más exigentes, pero tenemos por delante un guía y un amigo.
III. SITUACIÓN HUMANA
En el centro del ser humano, el corazón hecho para amar. Los interrogantes se
agolpan cuando se elige el amor: a quién o a quiénes amo, cómo amo ¿y cuando no
satisface la expriencia del amor? Cristo ofrece hoy a los hombres el Amor, que en
cristiano se llama Caridad, sin mezcla de egoísmo, y por eso con las mejores
garantías.
Cuanto más amor hay en el corazón del hombre, mejor refleja la imagen de Dios
que hay en él.
IV. LA FE DE LA IGLESIA
La fe
– El amor a Dios y al prójimo y los mandamientos: «Los diez mandamientos
enuncian las exigencias del amor de Dios y del prójimo. Los tres primeros se
refieren más al amor de Dios y los otros siete más al amor del prójimo... Los diez
mandamientos están grabados por Dios en el corazón del ser humano» (2067; cf
2072).
– Para la relación amor-mandamientos: 1822-1829. 2052-2074.
La respuesta
– Primero la esperanza de que la gracia convierte el corazón: "... «Yo soy la vid;
vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto...»
El fruto evocado en estas palabras es la santidad de una vida hecha fecunda por la
unión con Cristo... el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a sus
hermanos... Su persona viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior
de nuestro obrar..." (2074).
– Segundo, nuestra cooperación al impulso de la caridad. Nos lo recuerda S. Pablo,
que entiende los mandamientos como Jesús en el Sermón del Monte, como «la ley
en su plenitud»: «no adulterarás, no matarás, no robarás, no codiciarás y todos los
demás preceptos se resumen en esta fórmula: amarás a tu prójimo como a ti
mismo. La caridad no hace mal al prójimo. La caridad es, por tanto, la ley en su
plenitud...» (2196).
El testimonio cristiano
– «La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para
conseguirlo, corremos; hacia él corremos; una vez llegados, en él reposamos (S.
Agustín)» (1829).
– «O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del
esclavo, o buscamos el incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios,
o finalmente obedecemos por el bien mismo del amor del que manda...y entonces
estamos en la disposición de hijos (S. Basilio, reg. fus. prol.3)» (1828).
Para que el amor sea auténtico ha de lograrse con la práctica de los mandamientos,
camino de Dios que conoce el corazón humano, hecho «a su imagen y semejanza».
Para ello hay que esperar con seguridad en que el Amor de Dios se nos da como
gracia, no es fruto espontáneo del corazón humano, y hay que dejarse llevar de su
impulso divino.
Con permiso de Almudi.org