DOMINGO XXX. TIEMPO ORDINARIO. CICLO A.
Mt. 22, 34-40
Cuando los fariseos oyeron que había tapado la boca a los saduceos, se
reunieron, y uno de ellos, experto en la ley, le preguntó para ponerlo a
prueba: –Maestro, ¿cuál es el mandamiento más importante de la ley?
Jesús le contestó: – Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda
tu alma y con toda tu mente. Éste es el primer mandamiento y el más
importante. El segundo es semejante a éste: Amarás al prójimo como a ti
mismo . En estos dos mandamientos se basa toda la ley y los profetas.
CUENTO: DE DIOS SE HABLA A TRAVÉS DEL AMOR
Cuentan que un sacerdote se aproximó a un herido en medio del fragor de
la batalla y le preguntó:
- ¿Quieres que te hable de Dios?
- Primero dame agua que tengo sed - dijo el herido.
El sacerdote le entregó el último trago de su cantimplora, aunque sabía que
no había más agua en kilómetros a la redonda.
- ¿Ahora puedo?, preguntó de nuevo.
- Primero, dame de comer - suplicó el herido.
El sacerdote le dio el último mendrugo de pan que atesoraba en su mochila
- Tengo frío – fue el siguiente clamor y el hombre de Dios se despojó de su
abrigo pese al frío y cubrió al lesionado.
- Ahora sí – le dijo al sacerdote – ahora puedes hablarme de ese Dios que
te hizo darme tu última agua, tu último pedazo de pan y tu único abrigo.
Ahora sí quiero conocer a tu Dios.
ENSEÑANZA PARA LA VIDA:
Una vez escuché o leí que el judaísmo es la religión de la esperanza; el
islamismo la religión de la fe; y el cristianismo la religión del amor. No sé si
esta división es correcta del todo, pues judaísmo, islamismo y cristianismo
cultivan en ellas tanto la fe, como la esperanza y el amor. Pero en todo caso
me gustó que se definiera al cristianismo como la religión del amor, pues
para mí ése es el meollo del mensaje de Jesús y el resumen del Evangelio,
como se nos dice en la lectura de hoy. Claro que la palabra “amor” tiene en
nuestra época diferentes connotaciones; a cualquier cosa se le llama a
veces amor. Desde luego Jesús no se refiere a un amor sentimental, o un
amor de pareja, o una amor de amistad. Son dimensiones del amor,
válidas, buenas y dignas. Pero no abarcan toda la realidad de lo que para
Jesús es el amor. La palabra griega es muy significativa: “agapé”, que
quiere decir amor gratuito, amor incondicional, amor de entrega, amor puro
de Dios. Ése es el amor del que nos habla Cristo en su nuevo mandamiento:
amaos unos a otros como YO os he amado. No de cualquier manera. Un
amor que era el centro de la fe judía: “Amar a Dios sobre todas las cosas”,
y el primero y más importante de los mandamientos. Jesús añade algo
importante: pone en igualdad este amor a Dios con el amor al prójimo, es
decir que no hay amor a Dios si no se verifica en el amor al prójimo, al
próximo, y muy en especial al prójimo necesitado, al pobre, al inmigrante,
al diferente, al necesitado. Ahí se verifica nuestro auténtico amor. Es claro:
sin amor, no hay fe; y la fe da una dimensión nueva y profunda al amor, se
convierte en el motor que lo anima y lo hace llegar al extremo de dar la
vida por quienes se ama.
¡Qué tremenda responsabilidad la nuestra, la de quienes nos llamamos
cristianos!. Y es que, como nos recuerda el cuento de hoy, en lo que
realmente se fija la gente es precisamente en esta dimensión caritativa,
solidaria, de justicia y de compromiso a favor de lo pobres que debe tener
el amor cristiano. Ahí está la piedra de toque de nuestra fe. Sobre este
amor concreto al necesitado versará el juicio de Dios sobre nuestra vida,
como aparece en el capítulo 25 de san Mateo.
Doy clases a alumnos muy críticos con la Iglesia y con el comportamiento
de los cristianos. Me llama la atención que a los únicos que salvan de esta
crítica negativa son a los misioneros y a los que dan su vida por los pobres
y por defender su dignidad. Les escandaliza el comportamiento hipócrita de
muchos cristianos que se llenan la boca de grandes palabras religiosas o de
piadosas prácticas, pero luego son incapaces de ayudar a los necesitados o
se convierten en personas intratables, injustas y opresoras con los demás.
¡Qué maravillosa lección nos dan estos jóvenes y que llamada a todos
nosotros a ser más coherentes con el testimonio de la fe a través del amor!
La amabilidad, la alegría, la cercanía a las personas, la bondad, la sencillez,
el acompaamiento en los momentos difíciles, la comprensin….son
manifestaciones que el cristiano especialmente debe cuidar. Como solía
decir la inmensa cristiana llamada Teresa de Calcuta: “hacerlo todo como si
se lo hiciéramos al mismo Cristo, tratar a las personas como trataríamos a
Cristo”.
Estoy convencido: no hay camino de retorno a la fe de muchas personas
más que a través del testimonio del amor de nosotros los cristianos. Hoy no
convencen las palabras, convencen los cristianos que aman de verdad y que
transparentan en sus vidas el amor a Dios y el amor al prójimo. Ahí está el
principal mandamiento sobre todas las demás normas y leyes, por muy
canónicas, santas y eclesiásticas que sean.
¡FELIZ SEMANA, Y NO DEJÉIS DE CULTIVAR TODOS ESOS PEQUEÑOS
DETALLES DE AMOR QUE MANIFIESTAN EL VERDADERO ROSTRO DE DIOS!