II Semana de Adviento (Año Par)
Lunes
Lc 5, 17-26
Amigo mío, se te perdonan tus pecados . La página evangélica, que hemos
escuchado nos refiere el episodio del paralítico perdonado y curado (cf. Mc 2, 1-12).
Mientras Jesús estaba predicando, entre los numerosos enfermos que le llevaban se
encontraba un paralítico en una camilla. Al verlo, el Señor dijo: “Hijo, tus pecados
quedan perdonados” (Mc 2, 5). Y puesto que al oír estas palabras algunos de los
presentes se habían escandalizado, aadi: “Pues, para que sepáis que el Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados -dijo al paralítico-, a ti te
digo: “Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa” (Mc 2, 10-11). Y el paralítico se
fue curado.
Este relato evangélico muestra que Jesús no sólo tiene el poder de curar el
cuerpo enfermo, sino también el de perdonar los pecados; más aún, la curación
física es signo de la curación espiritual que produce su perdón. Efectivamente, el
pecado es una suerte de parálisis del espíritu, de la que solamente puede liberarnos
la fuerza del amor misericordioso de Dios, permitiéndonos levantarnos y reanudar
el camino por la senda del bien.
Hijo, tus pecados quedan perdonados. En el evangelio vemos cómo Cristo
perdona los pecados del paralítico. Vino a la tierra para quitar el pecado del mundo.
La pregunta que se hacen los escribas -¿Quién puede perdonar los pecados sino
sólo Dios? -es lógica. Si los pecados son ofensa a Dios, sólo éste puede
perdonarlos.
Y precisamente, porque Jesucristo es Dios perdona los pecados. Además,
transmitió este poder de perdonar los pecados a su Iglesia: A quienes perdonéis los
pecados, les son perdonados (Jn 20, 23).
Antes de la Última Cena, Jesucristo lavó los pies a sus Apóstoles. Él, en el
sacramento de la Penitencia, lava nuestra alma, con el baño de su amor, que tiene
la fuerza purificadora de limpiarnos de la impureza y de la miseria. Lava nuestros
pies sucios, para que podamos ser admitidos a la mesa de Dios, para hacernos
dignos de sentarnos a su mesa, algo que por nosotros mismos no podríamos ni
deberíamos hacer jamás (Benedicto XVI).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)