II Semana de Adviento (Año Par)
Viernes
Mt 11, 16-19
No escuchan ni a Juan ni al Hijo del hombre . Parecidas palabras fueron las de
Esteban a los sanedritas: Ustedes, hombres testarudos, tercos y sordos, siempre
han resistido al Espíritu Santo. Eso hicieron sus antepasados, y lo mismo hacen
ustedes.
Cuando uno tapona sus oídos para no escuchar a Dios ni dejarse transformar
por Él, por más que quiera Dios hacer algo por esa persona será imposible pues esa
cerrazón podría considerarse tanto como haber cometido un pecado contra el
Espíritu Santo donde ya no hay remedio.
El Adviento, que nos prepara para la venida del Salvador, debe hacernos abrir
los ojos ante el Señor que se acerca a nosotros, día a día, en la presencia del
hombre azotado por la injusticia, por la enfermedad, por el hambre, por la
desilusión, por la pobreza, por el pecado, por el vicio.
Por otra parte, el Evangelio escuchado dice que…viene el Hijo del Hombre, que
come y bebe, y dicen: “Ahí tienen a un comiln y a un borracho, amigo de los
recaudadores de impuestos y pecadores”.
Jesús vino para salvar a los hombres, por eso ha querido parecerse y guardar
semejanza al hombre, en todo, menos en el pecado. Jesús comía, bebía, y
participaba de las actividades de los hombres, y además de las cosa impuestas por
Dios, como por ejemplo del ayuno y luego alimentarse, como nuestra actitud como
ser humano, con todas nuestras necesidades, de comer, beber, dormir, descansar,
reírnos, bailar, trabajar y todas las obligaciones de nuestra sociedad, no por eso se
van ha interpretar mal y si lo hace, recordemos que con quien tenemos obligación
es con Dios.
Dice el Seor: “Que el que es sencillo todo lo juzga con sencillez, que de la
abundancia del corazón habla la boca, que el que tiene limpio el corazón tiene
limpio los ojos y con ojos limpio todo se mira con limpieza y rectitud”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)