El fuego y la división del encuentro con Cristo
20/10/2011
Evangelio
Del santo Evangelio según san Lucas 12, 49-53
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «He venido a traer fuego a la tierra, ¡y
cuánto desearía que ya estuviera ardiendo! Tengo que recibir un bautismo, ¡y cómo
me angustio mientras llega!
¿Piensan acaso que he venido a traer paz a la tierra? De ningún modo. No he
venido a traer la paz, sino la división. De aquí en adelante, de cinco que haya en
una familia, estarán divididos tres contra dos y dos contra tres. Estará dividido el
padre contra el hijo, el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra
la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra». Palabra del Señor.
Oración introductoria
Señor, aparta de esta oración el temor y la desconfianza ante la exigencia de tu
Palabra. Dame tu luz y ayúdame a abandonarme en tus manos con mucha
esperanza, con la fe y el amor de un niño en los brazos de la mejor de las madres.
Petición
Dios mío, concédeme vivir de cara a la eternidad y a tener mi alma pura, lista para
el encuentro definitivo contigo.
Meditación
«Algunos teólogos recientes piensan que el fuego que arde, y que a la vez salva, es
Cristo mismo, el Juez y Salvador. El encuentro con Él es el acto decisivo del Juicio.
Ante su mirada, toda falsedad se deshace. Es el encuentro con Él lo que,
quemándonos, nos transforma y nos libera para llegar a ser verdaderamente
nosotros mismos. En ese momento, todo lo que se ha construido durante la vida
puede manifestarse como paja seca, vacua fanfarronería, y derrumbarse. Pero en el
dolor de este encuentro, en el cual lo impuro y malsano de nuestro ser se nos
presenta con toda claridad, está la salvación. Su mirada, el toque de su corazón,
nos cura a través de una transformación, ciertamente dolorosa, “como a través del
fuego”. Pero es un dolor bienaventurado, en el cual el poder santo de su amor nos
penetra como una llama, permitiéndonos ser por fin totalmente nosotros mismos y,
con ello, totalmente de Dios. Así se entiende también con toda claridad la
compenetración entre justicia y gracia: nuestro modo de vivir no es irrelevante,
pero nuestra inmundicia no nos ensucia eternamente, al menos si permanecemos
orientados hacia Cristo, hacia la verdad y el amor. A fin de cuentas, esta suciedad
ha sido ya quemada en la Pasión de Cristo. En el momento del Juicio
experimentamos y acogemos este predominio de su amor sobre todo el mal en el
mundo y en nosotros. El dolor del amor se convierte en nuestra salvación y nuestra
alegría» (Benedicto XVI, Encíclica Spe salvi , n. 47).
Reflexión apostólica
«El credo nos recuerda la actuación de Dios en la historia de la salvación y en la
propia historia, y robustece en el corazón la seguridad y la certeza de la fe »
(Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi , n. 251).
Propósito
Reflexionar, para descubrir y evitar lo que me aparta, o me puede apartar, del
Amor.
Diálogo con Cristo
«Estar preparado y vigilante», no es una actitud pasiva. Esperar tu venida, Señor,
implica el que debo caminar, poniendo mi persona y mi trabajo a tu disposición,
siendo siempre tu apóstol, confiando en que tu gracia me puede llevar a la virtud, a
la alegría y al amor que caracteriza la vida de los santos, porque en esta vida todo
es relativo y efímero, salvo Dios.
«En la sencillez diaria de su vida pueden coronarse de gloria y abundar en el mérito
incalculable de la fidelidad: “Hasta morir en la raya”».
( Cristo al centro, n. 1057).