XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo A
Pautas para la homilias
"No hagáis lo que ellos hacen, porque ellos no hacen lo que dicen".
El Evangelio se puede resumir en muy pocas palabras:
1. Que hay una manera de practicar la religión que hace odiosa la religión.
2. Que hay una manera de relacionarse con Dios que en lugar de acercar a
Dios, aleja de Dios.
¿Qué es esto que hace odiosa la religión y aleja de Dios?
Es la hipocresía, la falsedad, la falta de sinceridad en la propia vida del creyente.
Jesús fustiga aquí a los fariseos, escribas y doctores de la ley porque hacían
consistir la religión en meras apariencias sin que se preocupasen ni poco ni mucho
por hacer las cosas por motivos interiores que son los que Dios ve: muchos rezos,
inclinaciones, postraciones y golpes de pecho. Hay que reconocer que
externamente los escribas y fariseos era gente piadosa y devota, que se sabían de
memoria los salmos y se los recitaban a cualquiera que se lo pidiera. Se sabían de
memoria también párrafos enteros de la ley, pero su corazón no estaba ahí. En su
boca todos esos textos eran fórmulas vacías, huecas, sin ningún valor.
Practicaban una religión de fachada, de meras apariencias, por eso el Señor en otro
lugar los ha llamado “sepulcros blanqueados”, muy bonitos por fuera, pero por
dentro no hay más que podredumbre. “Haced lo que ellos dicen, pero no hagáis lo
que ellos hacen”, terrible este reproche del Señor.
¿Qué nos dice a nosotros esta Palabra de Dios aquí y ahora?
¿Qué dirá el Señor de nuestros rezos, de nuestras misas, de nuestro cristianismo en
general y en particular? Algunas veces se oye decir: las personas que más van a
misa, y que más rezan y que aparentemente son más devotas son las que más
murmuran, las que más critican y las que más despellejan. Yo supongo que estas
afirmaciones tendrán una buena dosis de exageración, porque de lo contrario ¿en
qué nos distinguiríamos de aquellos sepulcros blanqueados que detestaba el
Señor? Y aunque todo sean exageraciones, y en nuestras misas, rosarios y
devociones haya sinceridad, y nuestro corazón esté en nuestros labios ¿no hay una
manera de practicar la religión que le da todo a Dios y al prójimo ni agua?
Ya veíamos el domingo pasado que al Señor le preguntaron por el primer
mandamiento de la ley de Dios y respondió con dos: amarás al Señor tu Dios y al
prójimo como a ti mismo. Es una manera de decir que en la práctica no se pueden
separar, que el amor de Dios y el amor del prójimo son como dos hermanitos que
siempre van de la mano. Donde está el uno, está el otro. Y donde no está el uno,
tampoco está el otro. No podemos decir que amamos mucho a Dios haciendo caso
omiso del prójimo. Esto quiere decir que nuestro cristianismo tiene que tener
necesariamente una dimensión social.
El Concilio Vaticano II, hablando de la génesis del ateismo moderno, pone de
relieve este texto: …en esta génesis del ateismo pueden tener parte no pequeña los
propios creyentes, en cuanto que, con el descuido de la educación religiosa, o la
exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa,
moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios y de la
religión.
Tenemos que tener especial cuidado y delicadeza:
1. en la educación religiosa que se les da a los hijos. Es una cuestión
fundamental. Aquí tiene una importancia en cierto modo decisiva el
comportamiento religioso de los padres. La fe actúa por contagio.
2. en las clases de teología, catequesis, homilías, charlas
3. en la vida religiosa, pueden velar la imagen de Dios
4. en la vida moral, pueden conducir al fariseísmo
5. en la vida social, pueden conducir a una religión sin prójimo.
Fr. Aristónico Montero Galán O.P.
Convento de San Pedro Mártir (Madrid)
Con permiso de dominicos.org