¡Que nunca se posesionen de la Iglesia los fariseos!
Domingo 31 ordinario 011 A
“A lo largo de este Ao, será decisivo volver a recorrer la historia de nuestra fe, que
contempla el misterio insondable del entrecruzarse de la santidad y el pecado.
Mientras lo primero pone de relieve la gran contribución que los hombres y las
mujeres han ofrecido para el crecimiento y desarrollo de las comunidades a través
del testimonio de su vida, lo segundo debe suscitar en cada uno un sincero y
constante acto de conversión, con el fin de experimentar la misericordia del Padre
que sale al encuentro de todos”.
Su Santidad Benedicto XVI al convocar en la Iglesia católica el año de la fe,
describe maravillosamente en este párrafo una doble realidad que estremece a
nuestra Iglesia, la santidad y el pecado a todo lo largo y lo ancho de su historia. La
santidad, porque es indudable que a través de los siglos la Iglesia ha dado
abundantes frutos, incontables hombres y mujeres que en el peregrinar de los
siglos, han hecho que la Iglesia se enriquezca con su entrega, su generosidad y su
amor a sus hermanos y a Cristo, que han hecho a este mundo más humano, más
alegre y más cristiano. Pero también es indudable que en el seno de la Iglesia,
formada por hombres de carne y hueso se ha sucedido el pecado que no acaba de
ser erradicado de entre nosotros. Ésta realidad anima al Papa a llamar a ese
“sincero y constante acto de conversin” que nos haga experimentar
verdaderamente la misericordia del Padre que quiere salir al encuentro de la
humanidad para congregarla en un solo pueblo y con un solo término: la casa del
Padre, para encontrarnos con el hermano mayor ya resucitado, cabeza de la
humanidad, Cristo Jesús.
Y es precisamente Cristo Jesús que en su amor nos previene de ese peligro
constante en su Iglesia, el fariseísmo: “hagan todo lo que les digan, pero no imiten
sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra. Hacen pesadas cargas y difíciles de
llevar y las echan sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con el dedo los
quieren mover. Todo lo hacen para que los vea la gente”. Es una palabra muy
concreta de Cristo sobre sus pastores, llámense papas, obispos, sacerdotes y
diáconos o cualquiera que tenga un oficio o ministerio dentro de la Iglesia, para que
su papel sea precisamente de servicio, de entrega y de caridad, recordando una y
otra vez que habrá que: “Trabajar no por el alimento que perece, sino por el
alimento que perdura para la vida eterna”.
Como que en este domingo, nosotros los pastores tendríamos que sentarnos
humildemente a escuchar a nuestros fieles para ser llamados a cuentas y comenzar
a darnos cuenta que en la Iglesia nuestro papel como dirigentes, tendrá que ser
siempre de servicio, de entrega y de generosidad, rehuyendo hasta lo último
cualquier protagonismo en la Iglesia, pues Cristo es verdaderamente el principal
protagonista, el primer actor y el primer director, argumentista y editor, imitando a
San Pablo cuando se dirigía a los fieles de Tesalnica: “”Cuando estuvimos entre
ustedes, los tratamos con la misma ternura con la que una madre estrecha en su
regazo a sus pequeños. Tan grande es nuestro afecto por ustedes, que hubiéramos
querido entregarles no solamente el Evangelio de Dios sino también nuestra propia
vida, porque han llegado a sernos sumamente queridos”.
Siempre habrá peligro en la Iglesia de que los pastores se olviden de que son
servidores y no funcionarios, líderes y no mandamás, facilitadores y no capataces,
a imitación de Cristo que vino no a ser servido sino a servir ya dar la vida por todos
los hombres.
El Padre Alberto Ramírez Mozqueda espera sus comentarios en
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