II Semana del Tiempo Ordinario (Año Par)
Jueves
Mc 3, 7-12
Los espíritus inmundos gritaban: “Tú eres el Hijo de Dios”. Pero Jesús les
prohibía que lo manifestaran. Jesús quería ocultar su condición mesiánica a los
judíos de su tiempo para evitar que confundieran su mesianismo espiritual con un
mesianismo meramente temporal y político, que era el que esperaban la mayoría le
pueblo; pero Jesús tenía plena conciencia de que él era el Mesías, el Hijo de Dios.
Este mesianismo que esperaba la mayoría del pueblo, no era acorde con los
planes de Dios padre, para con su Hijo; de hecho esta fue la tentación que el diablo
le propone a Jesús en el desierto, un mesianismo triunfal, caracterizado por
prodigios espectaculares, como convertir las piedras en pan, tirarse del pináculo del
templo saliendo ileso, y conquistar en un instante el dominio político de todas las
naciones. Pero la opción de Jesús, para cumplir con plenitud la voluntad del Padre,
es clara e inequívoca: acepta ser el Mesías sufriente y crucificado, que dará su vida
por la salvación del mundo.
Esta es, y no otra, la razón por la que Jesús prohíbe a los demonios que digan
“Tú eres el Hijo de Dios”. La lucha con Satanás, iniciada en el desierto, prosigue
durante toda la vida de Jesús. Jesús lo que busca es cuidar su mesianismo,
que consiste en cumplir la voluntad del Padre, haciéndose `propiciación por
nuestros pecados’ (1 Jn 4, 10).
El reino de Jesús es el “reino de la verdad y la vida, el reino de la santidad y la
gracia, el reino de la justicia, el amor y la paz” (prefacio de Jesucristo rey
universal). Es el reino a donde va a prepararnos un lugar y al que nos llevará
cuando nos lo haya preparado (cf. Jn 14, 2-3), si le hemos sido fieles. Imitando a
Jesús hemos de rechazar la tentación del mesianismo terreno: la tentación de
reducir la misión salvífica de la Iglesia a una liberación exclusivamente temporal.
“La Iglesia quiere el bien del hombre en todas sus dimensiones: en primer lugar
como miembro de la ciudad de Dios y luego como miembro de la ciudad terrena”
(Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis Conscientia, 63). Por eso,
ensea que “la liberacin más radical, que es la liberación del pecado y de la
muerte, se ha cumplido por medio de la muerte y resurreccin de Cristo” (Ibíd.
22).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)