IV Domingo de Adviento (Año Par)
Jueves
Lc 1,67-79
“Nos visitará el sol que nace de lo alto”. Con estas palabras, Zacarías
anunciaba la ya próxima venida del Mesías al mundo. Isaías, hablando del
Emmanuel, nos recuerda que “el pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz
grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló” (Is 9, 1).
Por tanto, con Cristo aparece la luz que ilumina a toda criatura (cf. Jn 1, 9) y
florece la vida, como dirá el evangelista san Juan uniendo precisamente estas dos
realidades: “En él estaba la vida y la vida era la luz de los hombres” (Jn 1, 4).
San Beda el Venerable (siglo VII-VIII), comenta el Cántico de Zacarías así: “El
Señor (...) nos ha visitado como un médico a los enfermos, porque para sanar la
arraigada enfermedad de nuestra soberbia, nos ha dado el nuevo ejemplo de su
humildad; ha redimido a su pueblo, porque nos ha liberado al precio de su sangre a
nosotros, que nos habíamos convertido en siervos del pecado y en esclavos del
antiguo enemigo. (...) Cristo nos ha encontrado mientras yacíamos “en tinieblas y
sombras de muerte”, es decir, oprimidos por la larga ceguera del pecado y de la
ignorancia. (...) Nos ha traído la verdadera luz de su conocimiento y, habiendo
disipado las tinieblas del error, nos ha mostrado el camino seguro hacia la patria
celestial. Ha dirigido los pasos de nuestras obras para hacernos caminar por la
senda de la verdad, que nos ha mostrado, y para hacernos entrar en la morada
de la paz eterna, que nos ha prometido”.
Pidamos continuamente la luz del Espíritu Santo para que conserve en
nosotros la luz del conocimiento que nos ha traído Jesús, y nos guíe hasta el día de
la perfección”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)