ENERO, 1º.
¡Santa María, Madre de Dios, danos la paz!
Encontraron a María, a José y al Niño. Al cumplirse los ocho días, le
pusieron el nombre de Jesús . La fiesta de Santa María Madre de Dios, la
imposición del Nombre de Jesús a los ocho días de nacido, y la Jornada Mundial de
Oraciones por la Paz, son los temas centrales del primer día del año en la Iglesia
Católica.
En evangelio nos dice que los niños hebreos varones recibían su nombre en el
rito de la circuncisión a los ocho días de nacidos. Así sucedió con el Niño Jesús,
cuyo nombre, como se explica en los relatos de anunciación a María y José,
significa Dios salva. En hebreo, el nombre con el que Dios se había revelado doce
siglos antes a Moisés -Yahvé, que significa Yo soy-, está contenido en el de Jesús
(Yo soy el que salva).
El primer día del nuevo año concluye la Octava de la Navidad del Señor y está
dedicado a la santísima Virgen, venerada como Madre de Dios. El evangelio nos
recuerda que “guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazn” (Lc 2,
19). Así sucedió en Belén, en el Gólgota, al pie de la cruz, y el día de Pentecostés,
cuando el Espíritu Santo descendió al cenáculo.
A ejemplo de María, que como nos dice el Evangelio, “conservaba todas estas
cosas meditándolas en su corazn”, y con la actitud de las gentes sencillas que
saben acoger la presencia salvadora de Dios, al invocar a Jesús como Dios mismo
que nos salva renovemos nuestra fe iniciando el nuevo año en su nombre, para que
la acción sanadora y santificadora de su Espíritu se realice plenamente en todos y
cada uno de nosotros, en nuestros hogares y familias, en nuestros lugares de
trabajo, en todos los ámbitos de nuestra vida y nuestras relaciones humanas.
El texto de la Carta del apóstol Pablo a los Gálatas, se refiere al Hijo de Dios
como “nacido de una mujer” para que también nosotros fuéramos hechos hijos del
mismo Dios y pudiéramos llamarlo, movidos por el Espíritu Santo, como lo hacía
Jesús: “Abbá”, que en arameo significa literalmente papá. Por eso también a María
el Concilio Vaticano II (1962-1965) la proclamó Madre de la Iglesia, pues al ser
madre del Hijo de Dios hecho hombre, lo es espiritualmente de todos los hombres y
mujeres que por el bautismo hemos sido incorporados a Él. Por eso podemos
decirle no slo “Santa María, Madre de Dios”, sino también “Madre nuestra”.
En efecto, “Madre de Dios” es el título más importante que le ha dado la
Iglesia a la Virgen María. En el año 431 d.C., el Concilio de Éfeso -ciudad situada en
la actual Turquía, donde según la tradición vivió María después de haber sido
encomendada por el Señor desde la cruz al cuidado del apóstol Juan- definió que
ella es la Madre de Dios, porque concibió y dio a luz a Jesús, verdadero Dios y
verdadero hombre. Por eso la Iglesia Católica le da tanta importancia a la fiesta de
la Maternidad Divina de María, que la ha consagrado como una de las tres fiestas
de guarda o de precepto distintas de los domingos, además del 12 de diciembre en
México y de la Natividad o Nacimiento de Jesús.
Y lo mismo sucede también hoy. La Madre de Dios y de los hombres guarda y
medita en su corazón todos los problemas de la humanidad, grandes y difíciles. La
Madre de Dios y Madre nuestra, camina con nosotros y nos guía, con ternura
materna, hacia el futuro. Así, ayuda a la humanidad a cruzar todos los „umbrales‟
de los años, de los siglos y de los milenios, sosteniendo su esperanza en aquel que
es el Señor de la historia.
Por lo que ve al Mensaje del Papa Benedicto XVI para la Jornada Mundial de la
Paz al comenzar el ao 2010, lleva por título “ Si quieres cultivar la paz, cuida la
creación ”, y su contenido es un llamado a la toma de conciencia, por parte de toda
la humanidad, de la estrecha relación que existe en nuestro mundo globalizado e
interconectado entre la salvaguardia de la creación y el cultivo del bien que
constituye la paz. Así dice el Papa al inicio de su Mensaje:
“Aunque es cierto que, a causa de la crueldad del hombre con el hombre, hay
muchas amenazas a la paz y al auténtico desarrollo humano integral -guerras,
conflictos internacionales y regionales, atentados terroristas y violaciones de los
derechos humanos-, no son menos preocupantes los peligros causados por el
descuido, e incluso por el abuso que se hace de la tierra y de los bienes naturales
que Dios nos ha dado. Por este motivo, es indispensable que la humanidad renueve
y refuerce "esa alianza entre ser humano y medio ambiente que ha de ser reflejo
del amor creador de Dios, del cual procedemos y hacia el cual caminamos" .
Al iniciar pues este año 2010, pidámosle al Señor el don de la paz y
dispongámonos a hacer lo que nos corresponde para que este don llegue
efectivamente a cada uno de nosotros: paz en los corazones, desarmando nuestros
espíritus; paz en los hogares, haciendo de cada familia un lugar de convivencia
constructiva; paz en nuestro país y en el mundo, como fruto del reconocimiento de
la dignidad y de los derechos de todas las personas y de una sincera voluntad de
reconciliación.
Vencer el mal con las armas del amor es el modo como cada uno puede
contribuir a la paz de todos . A lo largo de esta senda están llamados a caminar
tanto los cristianos como los creyentes de las diversas religiones, juntamente con
cuantos se reconocen en la ley moral universal .
Hermanos y hermanas, promover la paz en la tierra es nuestra misión común .
Que la Virgen María nos ayude a realizar las palabras del Señor: “Bienaventurados
los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios” (Mt 5, 9).
¡Feliz año nuevo a todos!
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)