Tiempo de Navidad, (Año Par)
8 de Enero
Lc 5, 12-16
Si tú quieres puedes curarme . Hemos escuchado en el evangelio, que llegó a
Jesús un leproso a pedirle un favor, le dijo; “„Si tú quieres puedes curarme‟. Jesús,
compadeciéndose de él extendió la mano, y tocándolo le dice: „Quiero, sé curado‟.
Al instante desapareció de él la lepra y quedó curado”.
El leproso acude a Jesús con una petición humilde y dolorida: “si quieres,
puedes limpiarme”. Es un acto de fe, pues afirma que puede curarle, que está en
su poder, y desea que esté también en su querer. Jesús no investiga su fe, la ve. Y
accede rápidamente, lo toca con todo lo que esto llevaba de contaminarse legal y
físicamente, dice “quiero, sé limpio” , y se cura.
Al leproso se le pide que vaya a los sacerdotes. La lepra es una enfermedad
especialmente grave, pues junto a las llagas que deforman el cuerpo y que llevan
lentamente a la muerte, se cría que era contagiosa y, por ello el leproso está
sometido a prohibiciones como el acercarse a los sanos bajo pena de lapidación. Si
se producía una curación tenía que se verificada por los sacerdotes. Era fácil ver en
esta enfermedad la triste condición del pecador.
Los Santos Padres vieron en la lepra la imagen del pecado por su fealdad y
repugnancia, por la separación de los demás que ocasiona... Con todo, el pecado,
aun el venial, es incomparablemente peor que la lepra por su fealdad, por su
repugnancia y por sus trágicos efectos en esta vida y en la otra. Todos somos
pecadores, aunque por la misericordia divina estemos lejos del pecado mortal. Es
una realidad que no debemos olvidar; y Jesús es el único que puede curarnos; solo
Él.
En el ministerio de la Iglesia sigue Jesús hoy y hasta la consumación de los
siglos, curando la lepra del pecado: borrando en el bautismo el pecado, perdonando
los pecados personales en el sacramento de la reconciliación y penitencia, borrando
las reliquias de los pecados en el sacramento de la unción de los enfermos y
robusteciendo con el sacramento de su cuerpo y de su sangre a los cristianos que
quieren vivir su vida, vivificándolos y alejando las insidias de las tentaciones del
maligno, que goza con la muerte y con la enfermedad de los hombres, a los que
quiere contaminar con su soberbia y movido por la envidia.
Acerquémonos al altar con sentimientos de gratitud y con la esperanza de la
curación, de la mano de la llena de gracia que nunca conoció la lepra del pecado.
María, se tú nuestra enfermera como Madre piadosa y llena de misericordia.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)