III Domingo del Tiempo Ordinario (Año Par)
Miércoles
Mc 4, 1-20
Salió el sembrador a sembrar . Jesús, sentado en la barca, ante una multitud
inmensa, les expuso la parábola del sembrador. Todavía hoy nos parece oír su voz
que se dirige a cada uno de nosotros: “Una vez sali un sembrador a sembrar...”
(Mt 13, 3). La semilla de la Palabra de Dios, que Jesús sembró hace veinte siglos,
es aún hoy una realidad prometedora en nuestros corazones. Desde hace casi
quinientos años, la semilla de la Palabra divina fue sembrada en estas benditas
tierras. Actualmente los creyentes, fruto de aquella semilla, son “una muchedumbre
inmensa que nadie podría contar” (Ap 7, 9) y que agradece a Dios el don de la fe y
la salvación.
El divino Sembrador nos llama de nuevo a recibir la semilla evangélica para
hacerla fructificar en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestra parroquia
y en toda la vida social. Esta semilla evangélica, nos convierte en otros tantos
sembradores y apóstoles, quiere encontrar una tierra abonada, sin espinas ni
abrojos. Dejemos que “la Palabra de Cristo habite en nosotros en toda su riqueza”
(Col 3, 16), “para que la Palabra del Seor siga propagándose” (2Ts 3, 1).
Todos estamos llamados a colaborar en la nueva evangelización, que debe
“alcanzar y transformar con la fuerza del Evangelio los criterios de juicio, los
valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes
inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la
Palabra de Dios y con el designio de salvacin” ( EN 19).
El Concilio Vaticano II puso de relieve el papel que corresponde al laico
católico en la misión de la Iglesia. Su primer deber, nos dice, es el de ser
verdaderos apstoles, porque el apostolado que se realiza personalmente “es el
principio y la condición de todo apostolado seglar, incluso del asociado, y nada
puede sustituirlo” (AA 16).
La obra evangelizadora necesita nuestro tiempo para que la semilla del divino
sembrador dé fruto en el corazón de cada católico, en cada uno de nosotros, para
que fructifique el ciento por uno, hasta el punto de que cada bautizado se convierta
en un santo y en un apóstol. Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)