III Domingo del Tiempo Ordinario (Año Par)
Viernes
Mc 4, 26-34
El hombre siembra su campo, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y
crece . Por medio de esta parábola el Hijo de Dios advierte a sus Apóstoles y a todos
aquellos que deben sucederle en el ministerio de la predicación, que propaguen su
doctrina sin pensar en el resultado de sus trabajos; quiere decir: Siembren
incesantemente, que cuando la semilla esté en la tierra, Dios la hará crecer según
como lo juzgue conveniente, y a su debido tiempo.
En efecto, la Palabra de Dios se compara a una semilla sembrada en el campo:
los que escuchan con fe y se unen al pequeño rebaño de Cristo han acogido el
Reino; después la semilla, por sí misma, germina y crece hasta el tiempo de la
siega (LG 5).
Por tanto, quien siembra en el corazón del hombre es siempre y sólo el Señor.
Únicamente después de la siembra abundante y generosa de la Palabra de Dios
podemos adentrarnos en los senderos de acompañar y educar, de formar y
discernir. Todo ello va unido a esa pequeña semilla, don misterioso de la
Providencia celestial, que irradia una fuerza extraordinaria, pues la Palabra de Dios
es la que realiza eficazmente por sí misma lo que dice y desea.
“Dios hace crecer al hombre, dándole la alegría de la fe, la fuerza de la
esperanza y el fervor del amor” (Juan Pablo II). “La gracia es derramada en
nuestros corazones por el Espíritu Santo”, como san pablo mismo nos enseña en la
carta del Apóstol a los Romanos (Cfr. Rom 5, 5).
Pero la fe y la fe que recibimos, que es un don, requiere de la escucha; y ésta,
del silencio. Así pues, la fe, que, es posible en virtud del don divino, requiere ser
escuchada. La fe se transmite por la Palabra, por el Anuncio, y este anuncio debe
ser escuchado. La fe es la acogida al anuncio que nos viene; es un anuncio
perceptible por mí. Cuando realizo el acto de fe, acojo ese anuncio, esa Palabra que
me interpela, para que el reino de Jesús germine y crezca en mí.
Y aunque ya duerma, ya vele, de noche y de día, la semilla germina y crece,
sin que él sepa cómo (Mc. 4, 27), y la semilla que echaba el sembrador es buena
semilla, también se pide la “la respuesta” a esa buena semilla. Si las intenciones
son rectas, es necesario cuidar que nuestra respuesta personal a ellas ponga los
medios proporcionales para que llegue a cumplir su cometido”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)