V Domingo del Tiempo Ordinario (Año Par)
Martes
Mc 7, 1-13
Ustedes anulan la Palabra de Dios con las tradiciones de los hombres . No
debemos confundir “la Tradición Apostólica” con la “tradición” que en general se
refiere a costumbres, ideas, modos de vivir de un pueblo y que una generación
recibe de las anteriores. Una tradición de este tipo es puramente humana y puede
ser abandonada cuando se considera inútil. Así Jesús mismo rechazó ciertas
tradiciones del pueblo judío, como en el evangelio que nos ocupa: “ Ustedes anulan
la Palabra de Dios con las tradiciones de los hombres ” (Mc.7, 8).
La Tradición Apostólica se refiere a la transmisión del Evangelio de Jesús.
Jesús, además de enseñar a sus apóstoles con discursos y ejemplos, les enseñó
una manera de orar, de actuar y de convivir. Estas eran las tradiciones que los
apóstoles guardaban en la Iglesia. El apóstol Pablo en su carta a los Corintios se
refiere a esta Tradición Apostólica cuando dice: “Yo mismo recibí esta tradición que,
a su vez, les he transmitido” (1 Cor. 11, 23).
Jesús mandó „predicar‟, no „escribir‟ su Evangelio. Jesús nunca repartió una
Biblia. El Señor fundó su Iglesia, asegurándole que permanecerá hasta el fin del
mundo. Y la Iglesia vivió muchos años de la Tradición Apostólica, sin tener los libros
sagrados del Nuevo Testamento.
Solamente una parte de la Palabra de Dios, proclamada oralmente, fue puesta
por escrito por los mismos apóstoles y otros evangelistas de su generación.
Podemos decir que sólo la parte más importante y fundamental de la Tradición
Apostólica fue puesta por escrito. Por esta razón la Iglesia siempre ha tenido una
veneración muy especial por las Divinas Escrituras.
En resumen, la Tradición y la Sagrada Escritura, constituyen un único depósito
sagrado de la Palabra de Dios, en el cual, como en un espejo, la Iglesia
peregrinante contempla a Dios, fuente de todas sus riquezas. La Tradición, la
Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan de Dios, están íntimamente
unidos, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros. Los tres, cada uno
según su carácter, y bajo la acción del único Espíritu Santo, contribuyen
eficazmente a la salvación de los hombres.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)