VI Domingo del Tiempo Ordinario (Año Par)
Lunes
Mc 8,11-13
¿Por qué esta gente busca una señal? Jesús tenía ante sus ojos el espectáculo
de los escribas y fariseos, los cuales eran especialistas en las sagradas Escrituras y
frecuentaban el templo con asiduidad, pero su corazón era frío, gélido, pues no
había sido transformado por el encuentro con Dios. En una palabra: eran falsos.
De hecho los fariseos y los saduceos conocieron a Jesús en lo exterior,
escucharon su enseñanza, muchos detalles de él, pero no lo conocieron en su
verdad.
La tentación de no pocos no es tan diferente de la de los fariseos, piden a
Jesús que haga señales prodigiosas, según su sentir o necesidad humanos. Tal vez
hoy, muchos hombres piden “señales” a Dios para creer. Pero Dios tiene sus
caminos. La cruz de Cristo sigue pesando en los hombros de todos los hombres y
en particular en los de todos los cristianos. Unos la abrazan con fe y amor y son
felices; otros quieren un Cristo sin cruz, hecho a la medida de sus comodidades y
placeres, le gritan que si baja de la cruz creerán... Pero no existe ese Cristo. No
creen en Jesús... Ojalá que cuando llegues al cielo, Cristo te diga: ¡Dichoso tú que
has creído!
No puede ser que el hombre sea tan ciego para no ver todas las señales que
Cristo ha hecho, y todas las señales que sigue haciendo, como son el milagro de la
Eucaristía, que un hombre pueda perdonar los pecados, en los sacramentos... Aún
así nos lamentamos pidiéndole que haga algún milagro en nuestras vidas, para que
creamos que está allí presente apoyándonos en cada momento.
Que sepamos imitar a los santos: mientras los fariseos piden a Jesús una
señal, los santos, en cambio, hacen todo lo contrario: son exigentes consigo
mismos, pero comprensivos y pacientes con los demás, tratando de perdonar
siempre; caminando a la luz de la Palabra de Dios, en una permanente conversión.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)