I Semana de Cuaresma (Año Par)
Viernes
Mt 5, 20-26
Ve primero a reconciliarte con tu hermano . Al perdón de las ofensas recibidas,
el Señor da precedencia sobre el culto: “Si vas, pues, a presentar una ofrenda ante
el altar y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda
ante el altar, ve primero a reconciliarte con tu hermano y luego vuelve a presentar
tu ofrenda” (Mt 5, 23-24).
El Señor nos mandó reconciliarnos con el hermano, antes de ofrecer nuestra
ofrenda ante el altar. Tratándose de una Ley de amor, hay que dar importancia a
nada que se tenga en el corazón contra el otro: el amor que Jesús predicó iguala y
unifica a todos en querer el bien, en establecer o restablecer la armonía en las
relaciones con el prójimo, hasta en los casos de contiendas o de procedimientos
judiciales (cf. Mt 5, 25).
El que vive del amor misericordioso de Dios está pronto a responder a la
llamada del Señor: “Ve primero a reconciliarte con tu hermano” (Mt 5,24).
El nuevo espíritu del Reino de Dios que Jesús nos revela, nos lo expresa
también en esta exhortación que la comunidad cristiana meditaría siempre en un
contexto eucarístico: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas
entonces de que un hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del
altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelve y presentas tu
ofrenda” (Ibíd., 5, 23-24).
Vemos, por tanto, amadísimos hermanos, cuán exigente es la llamada del
Señor a la reconciliación fraterna. En una humanidad surcada por tantas divisiones,
que tienen su causa última en el pecado, la reconciliación es una necesidad, e
incluso, una condición de supervivencia: Si la paz y la concordia no brillan entre los
individuos y los pueblos, los conflictos pueden adquirir proporciones de verdadera
tragedia.
Al concluir la vida de todo hombre y al final de la historia de la humanidad, el
juicio de Dios versará sobre el amor, sobre la práctica de la justicia, sobre la
acogida dada a los pobres (cf. Mt 25, 31-46). San Pablo llega incluso a exigir la
suspensión de la participación eucarística, invitando a los cristianos a examinar
antes su propia conciencia, para no ser reos del cuerpo y la sangre del Señor (cf. 1
Co 11, 27-29).
Al atardecer de la vida se nos examinará del amor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)