II Semana de Cuaresma (Año Par)
Jueves
Lc 16, 19-31
Recibiste bienes en tu vida y Lázaro, males; ahora él goza del consuelo,
mientras que tú sufres tormentos . Hoy el evangelio de san Lucas nos presenta la
parábola del hombre rico y del pobre Lázaro (cf. Lc 16, 19-31):
1) El rico personifica el uso injusto de las riquezas por parte
de quien las utiliza para un lujo desenfrenado y egoísta, pensando
solamente en satisfacerse a sí mismo, sin tener en cuenta de ningún
modo al mendigo que está a su puerta.
2) El pobre, al contrario, representa a la persona de la que
solamente Dios se cuida: a diferencia del rico, tiene un nombre,
Lázaro, que significa precisamente ‘Dios le ayuda’. A quien está
olvidado de todos, Dios no lo olvida; quien no vale nada a los ojos de
los hombres, es valioso a los del Señor.
La narración muestra cómo la iniquidad terrena es vencida por la justicia
divina: después de la muerte, Lázaro es acogido ‘en el seno de Abraham’, es decir,
en la bienaventuranza eterna, mientras que el rico acaba ‘en el infierno, en medio
de los tormentos’. Se trata de una nueva situación inapelable y definitiva, por lo
cual es necesario arrepentirse durante la vida; hacerlo después de
la muerte no sirve para nada.
No hemos sido creados para este mundo pasajero y limitado, sino para la vida
eterna. El que se apega a las cosas materiales, como el rico, se verá despojado de
todo tras la muerte, pues lo único que ha acumulado en vida, las riquezas, también
perecerán. Sin embargo lo que propone Jesús con esta parábola es vivir en este
mundo con los ojos puestos en el cielo, nuestra verdadera patria y nuestro
verdadero fin.
Pidamos a la Virgen María que, guiados por el ejemplo y las enseñanzas de
Cristo e impulsados por su amor, sepamos encontrar la fuente de la alegría y la paz
en la entrega generosa y desinteresada a los demás, especialmente a los que
sufren y pasan necesidad cerca de nosotros.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)