III Semana de Cuaresma (Año Par)
Lunes
Lc 4, 24-30
Como Elías y Eliseo, Jesús no ha sido enviado sólo a los judíos . Ante el rechazo
de la gente de Nazaret, Jesús proclama la universalidad de su mensaje, como
habían hecho ya los profetas. Elías y Eliseo habían sido enviados también a
personas de más allá de las fronteras de su pueblo de Israel que tenían el corazón
dispuesto a la conversión. Es su misión: hacer llegar la Buena Nueva a todos los
pobres y desvalidos.
Las palabras de Jesús sobre las historias de Elías y de Eliseo, evocan la futura
predicación de la salvación a los no judíos. Un día la salvación se ofrecerá no sólo a
Israel, sino también a los paganos (Hech 13,46; 28,28). Naamán, el sirio, y la
viuda de Sarepta, simbolizan las condiciones que permiten a un profeta manifestar
el poder de la palabra de Dios. La fe que lleva al abandono confiado en Dios (2 Re
5,1-14: Naamán) y que nos hace capaces de arriesgar lo que somos y tenemos (1
Re 17,1-9: la viuda de Sarepta), es la fe que exige Jesús y que tantas veces lo ha
hecho exclamar después de un milagro: “¡tu fe te ha salvado!”.
Jesús sigue anunciando el evangelio del reino a través de sus discípulos,
“hasta los últimos rincones de la tierra” (Hech 1,8). Muchos hombres y mujeres en
el mundo entero, como en otro tiempo Naamán el sirio y la viuda de Sarepta,
experimentarán la acción salvadora de Jesús y de su evangelio.
Al final es sólo el amor lo que cuenta, y éste es el contenido de la predicación
de Jesús, la Buena Nueva del amor de Dios por todos, para suscitar en la persona
humana, gracias a la fe, este mismo amor.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)