III Semana de Cuaresma (Año Par)
Sábado
Lc 18, 9-14
El publicano regresó a su casa, justificado, el fariseo no . Veamos la enseñanza
de estos dos personajes de la parábola evangélica del fariseo y del publicano (cf. Lc
18, 9-14). El publicano quizás podía tener alguna justificación por los pecados
cometidos, la cual disminuyera su responsabilidad. Pero su petición no se limita
solamente a estas justificaciones sino que se extiende también a su propia
indignidad ante la santidad infinita de Dios: “¡Oh Dios! Ten compasión de mí, que
soy pecador” (Lc 18, 13).
Por su parte, el fariseo se justifica él solo, encontrando quizás una excusa para
cada una de sus faltas. Nos encontramos, pues, ante dos actitudes diferentes de la
conciencia moral del hombre de todos los tiempos. El publicano nos presenta una
conciencia „penitente‟ que es plenamente consciente de la fragilidad de la propia
naturaleza y que ve en las propias faltas, cualesquiera que sean, las justificaciones
subjetivas, una confirmación del propio ser necesitado de redención. El fariseo nos
presenta una conciencia „satisfecha de sí misma‟, la cual se cree que puede
observar la ley sin la ayuda de la gracia y está convencida de no necesitar la
misericordia.
También hemos de notar que el fariseo que oraba y agradecía a Dios por sus
buenas acciones no mentía, decía la verdad; no es por eso por lo que fue
condenado. En efecto, debemos agradecer a Dios por cualquier bien que podamos
realizar, puesto que lo hacemos con su asistencia y su ayuda. Luego, no fue
condenado por haber dicho: No soy como los otros hombres (Lc 18, 11). No, fue
condenado cuando, vuelto hacia el publicano, agregó: ni como ese publicano.
Entonces fue gravemente culpable, porque juzgaba a la persona misma de ese
publicano, la disposición misma de su alma, en una palabra su vida entera. Y así el
publicano se alejó justificado, mientras que él no.
Finalmente, llevando nuestra mirada al publicano, digamos que en la oración
superó al fariseo (Lc 18,10-14): el Señor no lo alabó por haber adorado a otro
Padre, ni por ello salió justificado; sino porque, con gran humildad, sin soberbia ni
jactancia, confesó a este Dios sus pecados.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)