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V Semana de Cuaresma (Año Par)
Sábado
Jn 11, 45-56
Jesús debía morir para congregar a los hijos de Dios, que estaban dispersos .
Esta expresión nos lleva a recordar el símbolo del profeta Ezequiel: presenta dos
maderos primero separados, después acercados uno al otro, que expresaba la
voluntad divina de “congregar de todas las partes” a los miembros del pueblo
herido: “Seré su Dios y ellos serán mi pueblo. Y sabrán las naciones que yo soy el
Señor, que santifico a Israel, cuando mi santuario esté en medio de ellos para
siempre” (cf. 37, 16-28).
El Evangelio de san Juan, por su parte, y ante la situación del pueblo de Dios
en aquel tiempo, ve en la muerte de Jesús la razón de la unidad de los hijos de
Dios: “Iba a morir por la nación, y no sólo por la nación, sino también para reunir
en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (11, 51-52). Así también la Carta
a los Efesios dice que “derribando el muro que los separaba, por medio de la cruz,
dando en sí mismo muerte a la enemistad”, de lo que estaba dividido hizo una
unidad (cf. 2, 14-16).
La unidad de toda la humanidad herida es voluntad de Dios. Por esto Dios
envió a su Hijo para que, muriendo y resucitando por nosotros, nos diese su
Espíritu de amor. La víspera del sacrificio de la Cruz, Jesús mismo ruega al Padre
por sus discípulos y por todos los que creerán en El para que sean una sola cosa,
una comunión viviente. Por tanto, toda división, en cualquier nivel, que sea, y de
parte de quien sea “contradice clara y abiertamente la voluntad de Cristo, es un
escándalo para el mundo y perjudica a la causa santísima de predicar el Evangelio a
toda criatura”.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)