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I semana de Pascua (Año Par)
Martes de la Octava de Pascua
Jn 20, 11-18
He visto al Señor y me ha dado este mensaje : “…ve a mis hermanos y diles:
Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios” (Jn 20, 17). El carácter velado de
la gloria del Resucitado durante este tiempo se transparenta en sus palabras
misteriosas a María Magdalena: “Todavía no he subido al Padre. Vete donde los
hermanos y diles: Subo a mi Padre y su Padre, a mi Dios y su Dios” (Jn 20, 17).
Esto indica una diferencia de manifestación entre la gloria de Cristo resucitado y la
de Cristo exaltado a la derecha del Padre. El acontecimiento a la vez histórico y
trascendente de la Ascensión marca la transición de una a otra (Cfr. CIgC 660).
“Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre” (Jn 3,
13; cf, Ef 4, 8-10). Dejada a sus fuerzas naturales, la humanidad no tiene acceso a
la “Casa del Padre” (Jn 14, 2), a la vida y a la felicidad de Dios. Solo Cristo ha
podido abrir este acceso al hombre, “ha querido precedernos como cabeza nuestra
para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de
seguirlo en su Reino” (MR, Prefacio de la Ascensión).
Cristo, desde entonces, está sentado a la derecha del Padre: "Por derecha del
Padre entendemos la gloria y el honor de la divinidad, donde el que existía como
Hijo de Dios antes de todos los siglos como Dios y consubstancial al Padre, está
sentado corporalmente después de que se encarnó y de que su carne fue
glorificada" (San Juan Damasceno, f.o. 4, 2; PG 94, 1104 C; CIgC 663).
Jesucristo, cabeza de la Iglesia, nos precede en el Reino glorioso del Padre
para que nosotros, miembros de su cuerpo, vivamos en la esperanza de estar un
día con él eternamente (Cfr. CIgC 666).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)