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I semana de Pascua (Año Par)
Miércoles de la Octava de Pascua
Lc 24, 13-35
(Cfr. Benedicto XVI, 26 de marzo de 2008)
Lo reconocieron al partir el pan . La enseñanza de Jesús, la explicación de las
profecías, fue para los discípulos de Emaús como una revelación inesperada,
luminosa y consoladora. Jesús daba una nueva clave de lectura de la Biblia y ahora
todo quedaba claro, precisamente orientado hacia este momento. Conquistados por
las palabras del caminante desconocido, le pidieron que se quedara a cenar con
ellos. Y él aceptó y se sentó a la mesa con ellos. El evangelista san Lucas refiere:
“Sucedió que, cuando se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la
bendición, lo partió y se lo iba dando” (Lc 24, 30). Fue precisamente en ese
momento cuando se abrieron los ojos de los dos discípulos y lo reconocieron, “pero
él desapareció de su lado” (Lc 24, 31). Y ellos, llenos de asombro y alegría,
comentaron: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos
hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Lc 24, 32).
En todo el año litúrgico, y de modo especial en la Semana santa y en la
semana de Pascua, el Señor está en camino con nosotros y nos explica las
Escrituras, nos hace comprender este misterio: todo habla de él. Esto también
debería hacer arder nuestro corazón, de forma que se abran igualmente nuestros
ojos. El Señor está con nosotros, nos muestra el camino verdadero. Como los dos
discípulos reconocieron a Jesús al partir el pan, así hoy, al partir el pan, también
nosotros reconocemos su presencia. Los discípulos de Emaús lo reconocieron y se
acordaron de los momentos en que Jesús había partido el pan. Y este partir el pan
nos hace pensar precisamente en la primera Eucaristía, celebrada en el contexto de
la última Cena, donde Jesús partió el pan y así anticipó su muerte y su
resurrección, dándose a sí mismo a los discípulos.
Jesús parte el pan también con nosotros y para nosotros, se hace presente con
nosotros en la santa Eucaristía, se nos da a sí mismo y abre nuestro corazón. En la
santa Eucaristía, en el encuentro con su Palabra, también nosotros podemos
encontrar y conocer a Jesús en la mesa de la Palabra y en la mesa del Pan y del
Vino consagrados. Cada domingo la comunidad revive así la Pascua del Señor y
recibe del Salvador su testamento de amor y de servicio fraterno.
Que María encienda nuestro corazón, de forma que se abran igualmente
nuestros ojos, y reconozcamos a Jesús al partir el pan.
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)