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II semana de Pascua (Año Par)
Martes
Jn 3, 7-15
Nadie ha subido al cielo, sino el Hijo del Hombre, que bajó del cielo . Al
respecto, san Agustín enseña: “…nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba
también con él nuestro corazón. Oigamos lo que nos dice el Apóstol: Si han sido
resucitados con Cristo, busquen las cosas de arriba, donde Cristo está sentado a la
diestra de Dios. Pongan su corazón en las cosas del cielo, no en las de la tierra.
Pues, del mismo modo que él subió sin alejarse por ello de nosotros, así también
nosotros estamos ya con él allí, aunque todavía no se haya realizado en nuestro
cuerpo lo que se nos promete.
Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa
sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros. Así lo
atestiguó con aquella voz bajada del cielo: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Y
también: Tuve hambre y me disteis de comer. ¿Por qué no trabajamos nosotros
también aquí en la tierra, de manera que, por la fe, la esperanza y la caridad que
nos unen a él, descansemos ya con él en los cielos? Él está allí, pero continúa
estando con nosotros; asimismo, nosotros, estando aquí, estamos también con él.
Él está con nosotros por su divinidad, por su poder, por su amor; nosotros, aunque
no podemos realizar esto como él por la divinidad, lo podemos sin embargo por el
amor hacia él.
Él, cuando bajó a nosotros, no dejó el cielo; tampoco nos ha dejado a
nosotros, al volver al cielo. Él mismo asegura que no dejó el cielo mientras estaba
con nosotros, pues que afirma: Nadie ha subido al cielo sino aquel que ha bajado
del cielo, el Hijo del hombre, que está en el cielo. Esto lo dice en razón de la unidad
que existe entre él, nuestra cabeza, y nosotros, su cuerpo. Y nadie, excepto él,
podría decirlo, ya que nosotros estamos identificados con él, en virtud de que él,
por nuestra causa, se hizo Hijo del hombre, y nosotros, por él, hemos sido hechos
hijos de Dios.
Por tanto, Cristo bajó del cielo, por su misericordia, pero ya no subió él solo,
puesto que nosotros subimos también en él por la gracia. Así, pues, Cristo
descendió él solo, pero ya no ascendió él solo; no es que queramos confundir la
divinidad de la cabeza con la del cuerpo, pero sí afirmamos que la unidad de todo el
cuerpo pide que éste no sea separado de su cabeza” (Sermones 98, Sobre la
Ascensión del Señor, 1-2; PLS 2, 494-495).
Padre Félix Castro Morales
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Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)