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III semana de Pascua (Año Par)
Martes
Jn 6, 30-35
No fue Moisés, sino mi Padre, quien les da el verdadero pan del cielo . El
hombre, especialmente el de estos tiempos, tiene hambre de muchas cosas:
hambre de verdad, de justicia, de amor, de paz, de belleza; pero sobre todo,
hambre de Dios. “¡Debemos estar hambrientos de Dios!”, exclamaba San Agustín
(17: PL, 37, 1895 s.). ¡Es Él, el Padre celestial, quien nos da el verdadero pan!
El Señor Jesús nos invita a nosotros a confiar en Él, a confiar en su Padre que
lo ha enviado, y lo ha enviado como el verdadero Pan del Cielo que ha venido a
traer la vida al mundo, que ha venido a reconciliar a la humanidad entera, que ha
venido a invitarnos a superar la mirada miope de aquel que sólo se preocupa por el
“pan material”, que sólo busca a Cristo “por los milagros que hace”, para
comprender que nuestra vida no termina acá, que nuestra vida tan pasajera en
este mundo se proyecta a la eternidad con Dios.
Contamos con este Pan que es Cristo mismo, con este Pan que es garantía de
eternidad, con este Pan que nos nutre y fortalece con la gracia divina para poder
sobrellevar los momentos más duros y difíciles de la existencia, con la esperanza de
que quien permanece fiel al Señor y se sostiene en Él podrá entrar al final de sus
días a la tierra prometida, podrá participar de la eterna Comunión con Dios, podrá
estar con Dios y con quienes son de Dios en aquel lugar en el que ya no habrá
nunca más ni llanto, ni dolor, ni luto, ni muerte.
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)