1
III semana de Pascua (Año Par)
Jueves
Jn 6: 44-51
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo . En Jerusalén, en el Cenáculo,
donde fue instituida la Eucaristía, se cumplen las palabras pronunciadas por Jesús
cerca de Cafarnaún, tras la multiplicación milagrosa de los panes: “Yo soy el pan
vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan
que yo daré es mi carne para la vida del mundo” (Jn 6, 51).
Jesús nos introduce en el misterio de la Eucaristía. Nos habla de sí mismo, Pan
bajado del cielo y don del Padre celestial. Pero anuncia un pan que todavía tiene
que dar. Sólo se desvelará el secreto de esas palabras cuando tome el pan en sus
manos en la última Cena; y, tras haber pronunciado la bendición, lo dé a sus
discípulos diciendo: “Tomen y coman: esto es mi cuerpo, entregado por ustedes”
(Lc 22, 19).
No somos discípulos de un Maestro lejano que se perdió en el tiempo y nos
dejó sólo sus memorias para que lo pudiéramos recordar e imitar. Somos discípulos
y creyentes, a la vez, de Cristo, el Señor y el Maestro, el viviente. Él hace coincidir
su hoy con nuestro hoy, su presencia celestial con nuestra presencia terrena, a
través de su presencia en la Iglesia, con su palabra, los sacramentos, y de un modo
especialísimo con la Eucaristía.
Tenemos en la Eucaristía el sacramento de la persona de Cristo para
encontrarnos con Cristo hoy. Y es él, mediante el don de la Eucaristía, el que nos
pide nuestra vida para que él pueda vivir en nosotros y nosotros seamos como un
“suplemento de su humanidad” aquí en la tierra. Y su promesa va más allá del hoy
para abrirnos una perspectiva de eternidad: “Y yo lo resucitaré en último día” (Jn 6,
54).
Padre Félix Castro Morales
Fuente: http://parroquiadelasoledad.org/ (Con permiso a homiletica.org)